miércoles, 2 de agosto de 2017

Qué sabe nadie



La mofa con acento andaluz que ha hecho en Facebook el ya ex el cónsul de España en Washington, Enric Sardà Valls, a propósito de la coincidencia de los ropajes que visten y calzan la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y la Reina Letizia en algunos actos públicos, tiene la gravedad que se le quiera dar.
Así las cosas, tras una protesta oficial del Gobierno andaluz, al ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, por ejemplo, no le ha hecho ninguna gracia y lo ha mandado por tabaco.
Pero se le podrían aplicar castigos más severos. Se me ocurre que la mofa merecería un consulado polvoriento en cualquier poblado perdido y en guerra de Siria. O enterrarlo hasta el cuello y enviarle un comando de Myrmecias Pyriformis, vulgarmente conocidas como hormigas bulldog, para que le comieran los bigotes. Esta tortura india la exhibió Sidney Pollack en Las aventuras de Jeremiah Johnson, con el actor Stefan Glerasch de conejillo de indias.
O someterlo a tortura psicológica poniéndole en sesión continua durante seis meses y un día la comparecencia de no-sé-nada, a mí-que-me-registren, no-me-acuerdo, de Rajoy en la Audiencia Nacional a propósito de la mangancia vitaminada en el PP. O obligarlo a un striptease integral en Canaletas en hora punta para ver si sus atributos son catalanes de pura cepa o charnegos de tercera categoría. O aplicarle directamente la retahíla poética que Benedetti creó para recibir a portagayola a los cretinos y a otros especímenes similares.
Después de este ejercicio de ‘dos huevos duros más’ para rasgarme aparentemente las vestiduras colectivamente por la afrenta del tal Enric, me gustaría decir realmente lo que pienso. En primer lugar, la broma del diplomático sobre la coincidencia en el gusto de los ropajes de Letizia y Susana me hace hasta gracia. ¡Menudas dos artistas! Y no creo que, siendo ambas dos mujeres de Estado, debieran molestarse. Estas tonteridas van en el sueldo, queridas.
En cuanto al choteo con el habla andaluza, hace tiempo que me vacuné contra la estupidez y la ignorancia de aquellos que pretenden burlarse de los andaluces por su ceceo o su seseo. Viviendo en Madrid, rompeolas de todas las Españas, puedo hacer un master sobre gilipollas que han intentado cachondearse de mi acento –el mío, dicho sea de paso, es casi idéntico al del cabrero de mi pueblo, y practico a diario para que sea igualito-.
Para dejarlos con la cara partida, les golpeo con Lázaro Carreter, un filólogo castellano-viejo que, como es sabido, estableció alto y claro que el futuro del castellano (el español) estaba en Andalucía, Canarias y los países de América Latina. ¡Toma ya! ¿Ahora qué?
Superado el complejo desde hace muchas lunas, me molesta más si cabe ahora caer en el agravio, ese envolverse en la bandera andaluza cada vez que un nota de estos se pasa de frenada con el acento andaluz. Y cuando hay una utilización política muy descarada, con los medios afines echando leña al fuego, hasta me cabreo.
Pero estoy totalmente de acuerdo con el vicepresidente del Gobierno andaluz, Manuel Jiménez Barrios, que ha declarado a propósito del tal Enric que un responsable público debe “comportarse con la debida cortesía y acorde a la representatividad que le ha otorgado el pueblo español”, y que “no está a la altura del cargo público que ostenta”.
Más trabajo me cuesta aceptar que sea un desprecio a Andalucía.
Pero ya puestos, aceptemos que lo es y que la propia Susana Díaz también ha sido ultrajada por el tal Enric.
Pero donde las dan, las toman, ¿no? ¿Susana Díaz y compañía (incluido el propio Jiménez Barrios) se comportaron el pasado domingo con la debida cortesía y acorde a la representatividad que les ha otorgado el pueblo español con Pedro Sánchez, su compañero y secretario general del PSOE?
¿Están satisfechos Susana Díaz y sus muy leales de la imagen de los andaluces que trasladaron al resto de España?
¿Merece tan vergonzoso episodio alguna destitución? ¿Quizás los gachones que abrieron las puertas cuando Pedro Sánchez comenzó a hablar?
En fin, qué sabe nadie…
Por cierto, para que conste: cada uno tiene sus referentes andaluces, que se eligen voluntariamente. Los míos, por ejemplo, son todos los trabajadores que laboran y sufren para sacar a sus familias adelante. Los míos son Rafael Alberti, Luis Cernuda, Federico García Lorca, Antonio Machado, Fernando Quiñones, Vicente Alexandre, Manuel de Falla, etc. Los míos son Vázquez de Sola, Juan José Téllez, Óscar Lobato, Manolo Cano, Federico Pérez Villalta, etc. Los míos son cienes y cienes de amigos como Rafael Román, Carmen Morillo, Fernando Santiago, etc. Los míos son miles y miles de andaluces como Paco de Lucía, Camarón de la Isla, etc.
Pero ya está, ningún subproducto de Canal Sur, ni uno más, ni una más.

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