jueves, 17 de agosto de 2017

Con ZP empezó todo

ZP, es decir José Luis Rodríguez Zapatero, quinto presidente del Gobierno desde la restauración democrática, se comprometió solemnemente a aceptar la reforma estatutaria que aprobara el Parlament de Cataluña.
Fue un 13 de noviembre en el Palau Sant Jordi, ante 20.000 testigos.
Tres años más tarde, después de que el Parlament aprobara el Estatut  (y el Congreso de los Diputados lo ratificara tras un severo peinado), el 74% de los catalanes refrendó dicha reforma, que establecía, entre otras novedades importantes, que Cataluña era una nación.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional, teóricamente controlado por una mayoría progresista, dejó a Cataluña como nación en el preámbulo y sin validez jurídica alguna, reiterando, claro está, la indisoluble unidad de la nación española que recoge la Constitución.
Este proceso de promesas incumplidas, mentiras, medias verdades y sentencias a contramano de la voluntad popular ha abonado, sin ningún género de dudas, la deriva separatista que el 1 de octubre quiere sacar a Cataluña de España en 48 horas.
Los socialistas, con el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general, aprobaron en su último congreso federal el carácter plurinacional de España, una vuelta de tuerca muy necesaria a la España federal aprobada en tiempos del difunto (político) Alfredo Pérez Rubalcaba y conocida como Declaración de Granada.
Sin embargo, un reducido grupo de barones, movido por una Susana Díaz que no ha encajado aún su estrepitoso fracaso en las primarias socialistas, no acepta ni asume ese carácter plurinacional y, por vía de los medios afines (El País, siempre El País), han reabierto por su cuenta y riesgo el debate territorial. Es decir, otro invento aprovechando el relajo estival de la agrupación de Miguel Yuste, que, visto lo visto, desemboca ideológicamente en Génova.
A mí me da que, en el fondo, a estos barones a la violeta, cautivos y desarmados, pero con presupuesto en vigor, lo que les molesta de verdad es que esta visión de una España más ancha y más abierta, menos casposa, puede llevar a Pedro Sánchez al Palacio de La Moncloa.
La unidad de España les importa un pepino o dos quizás.  Nada más que hay que ver a la propia Susana Díaz envuelta en la bandera andaluza y retuiteando agravios contra los andaluces para tapar su fiasco español. ¡Viva la nación andaluza por las tardes y María del Monte en prime time!
En fin, ellos, con algunos menos, están de nuevo en el lío y al servicio de la derecha, que está encantada con este socialismo tan responsable y tan cañí.
Nada más que hay que leer a García-Page, Emiliano de nombre, que pacta con Podemos para salvar el culo y nos sorprende a todos con un sermón sobre el carácter espurio de los pactos con el coleta y cía. Un ridículo por España que merecería 2 padrenuestros y 500 avemarías.
Y ZP…  Con él empezó todo, ¿no? Pues a ver si algún antiguo colaborador se lo cuenta.

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