"España no se da cuenta de lo racista que es": cuatro jóvenes nos hablan de microrracismos
"He intentado mezclar a grupos de amigos de ascendencias latina y española, pero no ha habido manera"
En septiembre comenzó la temporada escolar. Y, con ella, volvieron
los madrugones, la siempre costosa compra de material escolar, el
reencuentro con los antiguos compañeros y... los comentarios racistas
sobre la población de origen inmigrante en los colegios.
El tuitero @taramonication, peruano afincado en Madrid, explicaba en
un hilo de Twitter que se había encontrado a un buen amigo -"de
izquierdas"- quien le habló del colegio al que llevaba a su hijo:
Sí, según @taramonication, su colega empleó la palabra "limpieza".
Héctor Cebolla, profesor de Sociología en la UNED, ya explicó en "La concentración de inmigrantes en las escuelas españolas"
que los peores resultados académicos en colegios con mucha población
inmigrante no se deben al lugar de nacimiento de sus alumnos, sino a que
los inmigrantes estén sobrerrepresentados entre las clases
desfavorecidas de la sociedad. Es decir, si queremos mejorar el
rendimiento de los colegios no habrá que mandar a paseo a los alumnos
inmigrantes, sino pelear para la mejora de las condiciones sociales y
económicas de todos sus alumnos, ya sean españoles o no, porque el peor
desempeño se relaciona con cuestiones de clase, no de raza.
Pero este artículo no pretende desmontar los grandes bulos del
racismo, sino constatar la existencia de lo que @taramonication
calificaba en su hilo de Twitter como "racismo de cañita y terraza" o
"racismo buen rollero". A raíz de su caso, otros tuiteros se sintieron
identificados y hubo quien se animó a compartir situaciones parecidas:
Este tipo de racismo no es, ni mucho menos, un fenómeno nuevo. En
1986, dos psicólogos sociales, Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio,
acuñaron el término "racismo aversivo" para definir el racismo de
quienes no se consideran racistas. De aquellos que comienzan sus frases
con un "Yo no soy racista, pero...". O de quienes hacen bromas racistas
como si no tuvieran consecuencias.
Pero la atención sobre estas actitudes ha cobrado visibilidad en los
últimos meses con la popularización de la palabra "microrracismo", una
adaptación del término feminista "micromachismo".
"Son pequeños gestos que se dan en el día a día y que suponen
agresiones que no te llevan al psicólogo, pero que son desagradables",
según define a los microrracismos Lucía Asué, periodista de Afroféminas, un medio de comunicación que está contribuyendo a dar visibilidad al término. En la misma línea, Sos Racismo Madrid lanzó el año pasado una "plataforma de denuncia y visibilización de microrracismos cotidianos" llamada Es Racismo.
Para llenar de contenido el término, quedamos con Carina, Yessenia,
Diego y Aarón, cuatro jóvenes de origen latino, quienes comparten con
nosotros sus experiencias personales.
Yessenia, Carina, Diego y Aarón, en la sede de la Asociación Hispano Ecuatoriana Rumiñahui. Kike Para
Carina Lisbeth Uvidia acaba de terminar la carrera de Periodismo,
tiene 25 años, llegó a España en 2008 procedente de Ecuador y todavía
conserva su acento latinoamericano. Según ella, esta es la razón por la
que sus compañeros le impedían poner la voz en off a los trabajos de
clase.
Yessenia Tituaña nació en Ecuador, tiene 21 años y llegó a España con
cuatro. En alguna ocasión, cuando se produce algún suceso relacionado
con personas de origen latino, tiene que aguantar frases del tipo:
"Seguro que ha sido alguno de tus amigos". En una ocasión, a sus 13
años, caminaba por la calle en compañía de una amiga y de la madre de
esta, y tuvo que escuchar cómo decían: "Es que los panchitos...". A
Yessenia también le molesta cuando sus amigos españoles califican como
"panchitadas" sus gustos musicales.
Diego Villacorta nació en Perú hace 22 años y llegó a Madrid en
septiembre de 2009. Como tiene la piel pálida, durante sus ocho años en
España no ha dejado de escuchar la frase: "Pero si tú no pareces
latino". A Diego le molesta escucharlo porque presupone que los latinos
son todos iguales, obviando la variedad de todo un continente y la
individualidad de sus habitantes.
Aarón Moya, por su parte, es el único de los cuatro entrevistados que
nació en España. Lo hizo en Madrid hace 17 años. Y muy a menudo, cuando
afirma que es español, recibe la réplica: "Sí, español, ¿pero de
dónde?". Aarón se pregunta si algún día su españolidad dejará de
necesitar adjetivos.
Efectivamente, desde el primer momento de la conversación queda claro
que los cuatro entrevistados han sido víctimas de este racismo de baja
intensidad que, según reconocen, levanta una barrera invisible que les
impide sentirse plenamente integrados en nuestra sociedad.
Pero la conversación sigue, y Carina, Yessenia, Diego y Aarón, ya no
hablan de microrracismos, sino de episodios de racismo grave de los que
han sido víctimas.
Carina nos cuenta que en más de una ocasión, a la salida de los
comercios, los guardias de seguridad le han pedido que muestre el
contenido de su bolso. Que en una ocasión quiso ayudar a una señora
mayor que iba muy cargada y recibió la siguiente respuesta: "Tú no me
toques, tú no me toques". Y que, en otra ocasión, se cruzó por la calle
con una amiga que paseaba junto a su madre. Carina les saludó, pero no
recibió ningún saludo de vuelta. A los pocos días, su amiga se justificó
afirmando que no se lo había devuelto porque a su madre no le gustaban
los extranjeros.
Diego, por su parte, recuerda el día en que un joven neonazi comenzó a
hacer saludos fascistas y a increpar a un amigo suyo peruano en el
metro.
Carina (arriba izquierda), Yessenia (arriba derecha), Aarón (abajo izquierda) y Diego (abajo derecha). Kike Para
Los especialistas entrevistados para este reportaje de EL PAÍS
sobre la llamada "segunda generación" asumen que, dentro de 10 o 15
años, el paisaje social y laboral en España será distinto. "Estos chicos
se están formando y lo están haciendo muy bien. Y enseguida van a
acceder a puestos cualificados", decía Alejandro Portes, catedrático en
Sociología en la universidad de Princeton y coautor de la Investigación
Longitudinal sobre la Segunda Generación en España. España también se felicita a menudo por la inexistencia de partidos políticos relevantes que centren su discurso en el rechazo al inmigrante.
Rodrigo Taramona, la persona detrás de @taramonication, la cuenta de
Twitter con la que se inicia este artículo, nos lo dice sin rodeos en
una conversación telefónica: "España no se da cuenta de lo racista que
es. Sí, se trata de un país muy amigable, pero tiene muchos problemas a
la hora integrar de verdad a los extranjeros". "Se nos asocia con las bandas"
Luchar contra los prejuicios que se esconden detrás de los
"microrracismos" no es una tarea sencilla, porque, como explican Miguel
Ángel Martín Cárdaba y Gaspar Brändle en "Buscando
la inclusión de las minorías en un contexto multicultural. Una revisión
teórica del prejuicio y de las estrategias para reducirlo", los
prejuicios pueden llegar a convertirse en una especie de cárcel. "El
prejuicio y los estereotipos nos impulsan a esperar un comportamiento o
un modo de ser determinado respecto a un colectivo social", escriben. Y
las experiencias de Yesennia y de Carina lo confirman.
"A los latinos se nos asocia con las bandas, y eso hace que tengamos
fama de conflictivos. Y si protestamos en contra de esta asociación
delante de alguien, reforzamos nuestra imagen de conflictivos. Es un
círculo vicioso del que nos cuesta mucho salir", nos cuenta Yessenia.
En una ocasión, poco después de su llegada a España, Carina decidió
quejarse a la madre de un compañero que no dejaba de insultarla: "No se
lo tomó en serio. Se limitó a decirme que eran bromas propias de esa
edad", afirma.
El trabajo de Cárdaba y Brändle nos habla de "la hipótesis del
contacto intergrupal", según la cual, un mayor contacto entre grupos
podría ayudarnos a romper estas dinámicas.
Pero es algo que, por la experiencia de los entrevistados, tampoco
hemos logrado del todo en España: "He intentado mezclar a grupos de
amigos de ascendencia latina y de ascendencia española, pero no ha
habido manera. No sabría explicar la causa, pero la relación entre ambos
grupos no fluye con normalidad", nos comenta Yessenia.
Rodrigo y Yesennia coinciden en lo necesario de que las minorías
empiecen ya mismo a ocupar posiciones más variadas dentro de la
sociedad. La población extranjera en España es de 4.549.858 personas,
según las últimas estadísticas del Instituto Nacional de Estadística,
correspondientes al 1 de enero de 2017. Esta cifra equivale casi al 10%
de nuestra población (46.528.966, también a 1 de enero). Si el
porcentaje es tan elevado, ¿por qué no hay ningún cantante ecuatoriano
que suene habitualmente en nuestras radios? ¿Por qué no hay ningún actor
peruano que actúe en las películas aspirantes a los Goya? ¿Por qué
nuestros parlamentos son tan homogéneos racialmente?
"Y no deberíamos hablar solo de las caras que vemos en televisión,
sino también de las manos que escriben los guiones e incluso de quienes
se sitúan detrás de la cámara", nos dice Rodrigo. "Las posiciones
relevantes siempre las van a ocupar quienes decidan los que están
arriba", argumenta Yessenia.
Rodrigo y Yessenia coinciden en una cosa más: lo cerca que se
encuentran el racismo y el clasismo. El tema ya salió en el hilo de
Twitter que publicó @taramonication:
Yessenia, por su parte, lo ilustra con un ejemplo aparentemente
sencillo: "Si los ecuatorianos estamos mucho más presentes en la
sociedad española, ¿por qué la gente sube tantas fotos a Instagram
comiendo sushi y nunca sube fotos comiendo productos ecuatorianos?".
Para Rodrigo, el término "microrracismo" no es el único préstamo que
la lucha antirracista debe tomar de la lucha feminista. "El feminismo ha
logrado que, al señalar públicamente las conductas machistas, estas
encuentren cada vez menos tolerancia social. Deberíamos seguir su
ejemplo y denunciar públicamente las actitudes racistas".
Este planteamiento de Rodrigo Taramona recibe el respaldo de la
psicología. La teoría de la disonancia cognitiva demuestra que, cuando
los individuos son empujados a comportarse de una manera que contradice
su actitud, experimentan un malestar que puede llevarles a modificar su
actitud.
Aunque en apariencia sean inofensivos, las personas entrevistadas
identifican enseguida los efectos negativos de los microrracismos. Por
ejemplo, Carina nos cuenta que, pese a llevar ocho años en España, le
cuesta sentirse como una más. "Constantemente, me hacen notar que soy
diferente, que no pertenezco a este lugar".
"Yo me he encontrado a mi hermana de 11 años llorando porque le dicen cosas en el colegio", remata Yessenia.
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