domingo, 3 de abril de 2016

EL PARAISO ES UN QUILOMBO

El desordenamiento

El Palmar, sin agua corriente potable, con 'urbanizaciones' de casas prefabricadas y casi todos los negocios sin licencia, es ejemplo del caos de los asentamientos de la provincia. Vejer quiere ahora ordenar un inmenso desorden
PEDRO INGELMO 

La parcela, llámemosla así, es un estrecho pasillo de malas hierbas entre dos frágiles verjas de alambre que apenas separan nada y se encuentra ubicada en un paisaje de edificaciones prefabricadas de madera, las más aparentes, contenedores de camión convertidos en espacios supuestamente habitables, caravanas y otras construcciones de distintos materiales, ninguna demasiado sólida, pero muy originales. Algunas ocupan la totalidad de su parcela, como una carpa que no ha encontrado el límite de su crecimiento, ofreciendo una sensación mezclada de agobio o circo en tránsito. Algunos de estos espacios de recreo simulan ser chalés con camas elásticas destripadas, columpios de plástico, piscinas de juguete, canastas de baloncesto oxidadas o pequeñas porterías encajadas en una esquina. Estos miles de metros cuadrados en El Palmar, la playa de Vejer -aunque desde donde estoy ni se atisba la playa-, lucen como una habitación tremendamente desordenada donde puedes encontrar de todo pero nunca encontrar lo que buscas. Resultado de imagen de fotos el palmar vejer

De momento, hemos encontrado este cartel de se vende en esta parcela no 'urbanizada'. Llamamos al móvil que aparece anunciado. El propietario me informa que es una finca de 500 metros cuadrados y me replanteo mis conocimientos sobre análisis de espacios y acerca de qué es exactamente un metro cuadrado. ¿Cuánto? 50.000 euros. Si me compro una casa de madera prefabricada, que me cuesta unos 30.000 euros, con 90 metros, dos cuartos, salón y baño, ya tengo, por 80.000 euros más la instalación, una casa de veraneo sin agua potable en el mayor desordenamiento urbano nunca visto desde los poblados de chabolas. Si quiero recuperar la inversión, la alquilaré a turistas de quince días por algo más de mil euros como un techo sólo un poco por encima de una tienda de campaña. 

En realidad, cuenta Pedro Bigote, con el bigote que le da el apodo, empresario, dueño del ultramarinos y del bar Los 99 colonos, todo tan ilegal como cualquier cosa que veamos por aquí, quien paga esa parcela no compra ninguna propiedad, ya que en un vano intento por evitar esta proliferación el ayuntamiento impidió la partición de las fincas. Aún así, en El Palmar, los propietarios de estas fincas, entregadas a esos 99 colonos originales en los años 50, las han dividido en infinitas parcelas, aunque la escritura de propiedad siga siendo solo una, con el resultado conocido: el caos. 

Si le preguntas a Juan José, agricultor jubilado, que con su mujer Manuela es el más veterano poblador de El Palmar, que llegó aquí cuando sólo se surfeaba en Hawai, acerca de cuáles son los grandes problemas del lugar, te contestará de manera directa: "Los alcaldes". Los vecinos de El Palmar, que no llegan al millar censados, consideran que el Ayuntamiento de Vejer jamás se ha preocupado por ellos. "Somos como una molestia. ¡Pero si después de tantos años no tenemos ni agua corriente...!", se queja Juan José. Y es cierto. Uno de los grandes negocios aquí es el de las cubas, como el de El Pipa. El Pipa se encarga de vaciar fosas sépticas y aquí hay fosas sépticas a patadas. Te cobra 70 euros por hacerlo. Otro buen negocio es el del laboratorio, que se encarga periódicamente de revisar la salubridad de los pozos de donde sale el agua para estos vecinos. Por eso te cobran 600 euros. Y aquí hay pozos a patadas. 

La gran promesa que han escuchado Juan José y Manuela desde tiempo inmemorial es que les iban a llevar el agua corriente, pero lo cierto es que sus cinco hijos, ya mayorcitos, han crecido sin agua corriente. Ahora unos pocos trabajadores municipales trabajan a pie de playa metiendo una tubería, pero Pedro Bigote no le ve mucho sentido. "¿Para cuánto tiempo va a servir eso? Excavan a diez centímetros de la carreterita de la playa. ¿Cuánto tiempo piensan que les va a servir esa carreterita, si en cuanto vienen cinco se colapsa? Tendrán que hacer otra carretera, quitar la tubería y volver a ponerla". 

Y eso es la playa. En el núcleo interior de El Palmar han perdido la esperanza. El agua sólo llega a la asociación de vecinos y al colegio, que es una caracola. En el paraje que acabamos de dejar atrás, esa especie de remedo de Sotogrande de juguete, el skyline son antenas parabólicas y depósitos de agua como los del salvaje Oeste de las pelis. 

La propietaria de El Pájaro Verde, bar y hostal, que lo es desde principios de los 80, "cuando aquí solo venían cuatro gatos, esto no era nada, no había vallas ni casas" , con tan poca licencia, o licencias provisionales, como todos, afirma que "primero prometían que llegaba el dinero del agua que luego se comían haciendo otras cosas en el pueblo". Pedro Bigote afirma que escuchó al alcalde decir que si no estaban a gusto en El Palmar, se volvieran al pueblo. Esta extraña situación legal "hace de la arbitrariedad rutina", lamenta Pedro. "Si te quieren castigar, te castigan. Te cierran el bar y no puedes decir nada. Porque pueden hacerlo. Al fin y alcabo, aquí lo de las licencias es algo relativo. Cómo van a dar licencia a un establecimiento que no tiene agua corriente. Con lo que es mejor estar calladito. Pero no es que no paguemos impuestos. Pagamos impuestos por todo, incluso por el agua que no tenemos. No debe existir ningún otro sitio tan ilegal que pague tantos impuestos..." "Como no cuiden esto, lo vamos a perder", se lamenta la propietaria de El Pájaro Verde. 

Supuestamente esto se va a acabar. A Vejer le ha crecido un problema, que podría ser una bendición, a una velocidad de vértigo. En este tramo de playa una jornada de fin de semana de agosto no habrá menos de 20.000 personas. A los madrileños les encanta el paraje virgen, pese a que los carteles de una playa que carece de duchas o servicios públicos lo prohíben prácticamente todo: perros, montar a caballo, pescar, aparcar caravanas, hacer fuego... La moda de El Palmar ha ido más rápida que el urbanismo y así ya se ha montado otra urbanización, ésta más cerca de la playa, donde desde la alegalidad se han ido levantadando, ahora sí, magníficos chalés conectados por una rudimentaria red de caminos. Vecinos de El Palmar nos van indicando nombres de conocidos actores de televisión, médicos etc. Gente chic, población flotante. 

El Ayuntamiento de Vejer, que gestiona decenas de pequeños núcleos de población en el diseminado término municipal con sólo cinco técnicos que tramitan centenares de expedientes, afirma haberse puesto en serio con el descontrol de El Palmar. El delegado de Urbanismo, Daniel Sánchez, se reunió con los vecinos antes de las últimas elecciones locales para explicarles que todo lo hecho y hablado hasta ahora apenas si valía para nada. Dijo a los vecinos: "Hemos realizado un levantamiento topográfico nuevo porque el documento anterior, el de 2010, en nada se parecía a la realidad existente. Se han medido de nuevo las fincas, contabilizado las edificaciones existentes, los títulos de propiedad, el cálculo de aprovechamientos de las parcelas, y sobre todo, la elaboración de una propuesta de reparcelación nueva con el sistema de unidades de ejecución y cooperación..." Los vecinos escucharon con cara de póquer. Al fin y al cabo, era la misma persona que había dicho tiempo antes: "No permitiremos que El Palmar se convierta en un poblado de chabolas. Con nosotros han pinchado en hueso". 

Siguiendo la carretera que lleva a la playa nos transportamos en el tiempo. Nos recibe el agudo nombre de un establecimiento: Cadizfornia. Hay tranquilidad en temporada baja en establecimientos modernos que anuncian música y copas con diseños a la última y cartas con sugerentes y novedosos platos. Aquí también están hasta el gorro. Los hosteleros -algunos de ellos llevan ya más de una década asentados en la zona- son igualmente alegales. "Yo pido todos los años una licencia de apertura y otra de obra. Es un paripé. Me cobran 400 euros por una y 400 euros por la otra. Pagas, no te la dan y te dejan estar abierto, pero si quieren cerrarte, te cierran... Sí, ya sé que suena un poco absurdo". 

Nos hemos reunido con algunos de estos empresarios en uno de los veintitantos establecimientos casi a pie de costa, al otro lado de la carreterita. No quieren que salgan sus nombre ni los de sus establecimientos "porque hay represalias. Que te lo cuenten a los que les han jodido la mitad de la Semana Santa. Y no podemos hacer nada. Nadie protesta porque todos tenemos algo que callar. Parece que al Ayuntamiento le interesa que estemos de prestado. Pero yo estoy harto, empecé joven con esto, pero ya tengo una familia y no estoy para estar comiéndome lo que me echen. Me fui de casa de mis padres por eso; a esta edad no aguanto ni una más. Si te dicen que pidas disculpas a un técnico, lo tienes que pedir; si piden que te agaches, te tienes que agachar", afirma uno de los más veteranos. Otro se lamenta de pasarse todo el día entre papeleos, reuniones, abogados... "Y yo me digo que me gano la vida poniendo pizzas. ¿Pero cuándo saco tiempo para poner pizzas?" 

Ahora estos hosteleros barajan constituirse en asociación, aunque ya pertenecen a una, Ashoca, que, dicen, en muchos años de existencia, y pese a haberlo intentado de todas las maneras posibles, no ha conseguido que un grupo de empresarios que emplean, pagando sus seguros sociales y con todos los papeles en regla en establecimientos con pocos papeles en regla, a cerca de 500 personas en temporada alta, realice su actividad con una mínima seguridad legal. 

También hay proyectado un paseo marítimo, pero estos hosteleros creen en el paseo marítimo tanto como los colonos creen en el agua. "Esto es de la edad de piedra. ¡Pero si no tenemos ni una mísera acera!" Mientras tanto, a la espera de que llegue el paseo marítimo, esto es es una franja de playa en la que "los servicios los damos nosotros o, de lo contrario, se mea en la arena o en el agua. Viene gente demandando ocio y el ocio lo damos nosotros". Y entran en otro debate acerca de que Vejer no quiere turismo de macutillo, "pero no puedes exigir turismo de calidad cuando no tienes ni duchas". 

A pie de orilla han florecido otros negocios. El más visible es el de las escuelas de surf, seis permantente y el triple en temporada de verano. Paco, malagueño, monitor de la escuela 9 Pies, respira con algo de tranquilidad porque sí ve que existe un interés en organizar otro hecho desorganizado. Las escuelas, igual que los bares, se están asociando. Buscan apoyos para coordinar un filón, el buen negocio que dan las olas. "Yo creo que es sentarse y empezar a pensar que, si aquí hay riqueza, vamos a organizarnos", dice Paco con sensatez. Porque, de momento, sí, aquí hay riqueza, pero poco orden. Hoy pocos se aventuran a montar olas y los chill out suenan monótonos en bares vacíos. Dentro de dos meses esto será bullicio, una multitud apiñada en torno a la carreterilla de la playa. 



Regresamos y un lugareño vigila a caballo las vacas que están en el otro lado de la carretera. Sigue su curso la vida en el lugar sin ley ni orden... urbanística. Parece que se puede vivir sin ello en el lugar de veraneo más fashion del momento.

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