martes, 8 de diciembre de 2015

EL PSOE NO TIENE TITULARES NI SUPLENTES

Iglesias se lía con Andalucía pero remonta, mientras que Sánchez no comete errores pero tampoco avanza

ANTONIO AVENDAÑO / .
Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz, anoche en Atresmedia.Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz, anoche en Atresmedia.
Fue uno de los pocos errores que cometió a lo largo de un debate en el que, grosso modo, ganaron los partidos nuevos y perdieron los antiguos. Pablo Iglesias llegó a decir esto: “En 1977 se celebró en Andalucía un referéndum de autodeterminación”. Aunque no es probable que tenga coste electoral alguno, fue un error de bulto. Y también un síntoma de que el líder de Podemos no tiene Andalucía en la cabeza.
En 1977 no hubo ningún referéndum en Andalucía: lo que hubo fueron manifestaciones masivas a favor de una autonomía política de primera que, inicialmente, solo estaba prevista para Cataluña, el País Vasco y tal vez Galicia.
NI REFERÉNDUM NI DE AUTODETERMINACIÓN
Alguien de Podemos Andalucía debería haberle pasado en su momento a Iglesias un papel que, en tres líneas, dijera lo que por aquí abajo sabe todo el mundo: que en 1977 hubo esas manifestaciones multitudinarias que culminarían en el referéndum de tres años después que la UCD formuló con una incomprensible y humillante pregunta con la que, sin embargo, no logró engañar a los andaluces aunque sí a sí misma.
Y el referéndum no fue, por supuesto, de autodeterminación, salvo que Iglesias utilizara este término de manera muy, pero que muy metafórica. Algo tuvo, sí, de autodeterminación aquella consulta del 28 de febrero de 1980, pero lo tuvo en un sentido simbólico, sentimental, psicológico. Primero en 1977 y luego en 1980 el pueblo andaluz recuperó una dignidad política que ni siquiera él mismo supo hasta entonces que tenía.
UN DEBATE SIN LOS ERE
Este patinazo fue la única referencia específica que hubo a Andalucía durante el debate a cuatro en Atresmedia entre los líderes Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias y la sustituta Soraya Sáenz. Ni siquiera aparecieron los ERE: solo muy de pasada y mediante una referencia bastante marginal a las dimisiones de Chaves y Griñán. Ni siquiera la vicepresidenta se defendió de los reproches de corrupción esgrimiendo los ERE: los golpes de sus adversarios en ese débil flanco del PP la habían dejado por unos momentos sonada, sin saber que decir y pidiendo al cielo que ese bloque del debate concluyera cuanto antes. Pedro Sánchez optó, acertadamente, por un perfil bajo en sus ataques a la corrupción del PP: cargar mucho las tintas habría envalentonado a Santamaría, que sin duda habría contraatacado eficazmente con los ERE.
En general, para Pablo Iglesias fue un buen debate: salió de él mejor de lo que entró. No arrasó, pero nadie lo hizo. Buscó el voto socialista desencantado pero poniendo buen cuidado en no herir, humillar ni ofender al candidato Sánchez o al propio Partido Socialista. Iglesias sabe que un discurso crudamente antisocialista no le ayuda a conseguir la complicidad de los votantes que quieren dar la espalda al PSOE pero no quieren que se les diga que cometieron un error al votarlo. Ese fue el gran acierto de Iglesias: Teresa Rodríguez está haciendo todo lo contrario en Andalucía y ese es tal vez el gran error que está cometiendo.
GANAR, PERDER, TAL VEZ EMPATAR
En cuanto a Pedro Sánchez, lo más que consiguió fue empatar consigo mismo, aunque ese empate equivalía a una derrota porque las encuestas lo sitúan en una posición en la tabla que lo obligaba, sí o sí, a ganar el partido. De los tres líderes y medio que había anoche en el plató de Antena 3, sin duda Pedro Sánchez era el más necesitado de puntos: no le bastaba con no perder –si es que realmente no perdió, como dicen los suyos– sino que necesitaba ganar. Y es obvio que no ganó.
¿Y Albert y Soraya? El primero, más allá de que estuviera menos brillante de lo que muchos analistas decían esperar de él, colocó bien sus mensajes de ese regeneracionismo moderado y conciliador que es la bandera con la que Ciudadanos está ilusionando a mucha gente de la derecha y a no poca de la izquierda.
Para Albert Rivera fue, como para Iglesias, una buena noche. No así para la vicepresidenta del Gobierno, que atacó y se defendió bien cuando se habló de economía, pero se vio acorralada cuando se habló de corrupción y quedó desdibujada en los otros bloques del debate. ¿Ganó Soraya? No, pero eso era lo menos. Soraya no estaba allí para ganar ella: estaba allí para que no perdiera Rajoy, y eso parece sí que lo consiguió.

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