jueves, 27 de julio de 2017


Joselito, el marinero canalla de Conil

Jose Marín, Joselito, el protagonista de la canción de Kiko Veneno. EL MUNDO

Lo primero que hay que aclarar es que el Joselito que protagoniza la canción de Kiko Veneno nada tiene que ver con el cantante Joselito conocido como el pequeño ruiseñor. El Joselito de Kiko Veneno es en realidad José Marín Rodríguez, jornalero de la mar, muy parrandero y bebedor, vecino de Conil de la Frontera (Cádiz).
Joselito falleció el 30 de septiembre de 2008, a los 70 años y, según cuenta una de sus sobrinas, Paqui, la canción estuvo muy presente en sus últimos días. "Mis tías, sus hermanas, eran muy graciosas y se ponían todas a cantársela en la habitación del hospital. Parecía aquello un anuncio de la tele: Yo soy Joselito, el de la voz de oro... Y a él le encantaba, se la sabía de memoria".
Kiko Veneno y Joselito se conocieron en los 80 cuando, tras disolverse el grupo Veneno, el cantante aparcó un tiempo la música y se instaló en la localidad gaditana de Conil. Así contó el mismo Kiko cómo el personaje le cautivó: "Después de Veneno puse un chiringuito en la playa de Conil, y ahí conocí a Joselito, un marinero muy golfo. Se levantaba, se tomaba dos copas y ya no iba a pescar ni ná. Me fui apuntando sus frases: 'el ambiente en tecnicolor', 'siete novias tuve, más novias que un moro, a las siete dejé...'".
El garito al que se refiere Kiko Veneno es El Adán, el pub que fundó dos casas por debajo de donde vivía Joselito. El Adán aún sigue abierto, aunque ya no lo regente el cantante, y está ubicado en la empinada y bulliciosa cuesta que es la calle del Peñón, escenario principal de la fiesta nocturna conileña.
El Adán era la última escala, el bar que pisaba Joselito justo antes de irse a casa a dormir la mona. Así quedó inmortalizada en la canción su llegada cuesta arriba: Por ahí viene Joselito, / Con los ojos brillantitos / Por la calle Peñón / Se ha tomado tres botellas / De Coca-Cola llenas / De vino de Chiclana.
Las botellas de Coca-Cola con vino de la vecina localidad de Chiclana de la Frontera se las solían poner a Joselito en el bar El Ligero, que está en la calle Cádiz, es decir, bajando la calle de El Peñón justo a la izquierda. Paco Robles es su dueño: "Antiguamente se vendía el botellín de Coca-Cola lleno de vino por 150 pesetas [0,90 euros] y de cada botellín se sacaban tres copas. Eso ha desaparecido ya en el pueblo, pero nosotros lo seguimos manteniendo", cuenta. "Joselito venía todas las noches y se bebía unas cuantas botellas como dice la canción. Y de aquí tiraba para su calle y es cuando se encontraba con Kiko Veneno, que era al último que visitaba".
"Él se iba a la mar a las tres de la madrugada, así que desde las 12 de la mañana que se levantaba hasta la tres estaba en los bares y siempre acababa en El Adán. Y ésa era su vida", refrenda la historia Paqui, la sobrina de Joselito, quien remata la frase con una carcajada. "No puedo evitar reírme al acordarme de él porque era todo un personaje", dice. "Le gustaba mucho la juerga, pero tenía muy mala bebida; fresco era buenísimo, pero cuando bebía a veces se ponía un poquito metepatas, faltón. Menos mal que tenía la suerte de que un primo suyo era el jefe de los municipales en aquella época y lo metía en los calabozos cuando lo veía mareado por los bares y no lo soltaba hasta el día siguiente".
Ya tiene las ganas / Ahora sólo busca un sitio / Donde le dejen cantar / Ponme otra copa / Tú ya sabes que mañana / Voy a la mar / ¡Ay, Joselito, ay! [...] / Ya llegó la hora / De la Zarzamora y sube / La atmósfera del bar....
Y uno de los lugares donde le dejaban cantar cuando le entraban las ganas era El Adán. "Joselito era asiduo de mi bar El Adán", nos dice Kiko Veneno. "Cuando se tomaba un par de gin-lemon cantaba siempre el cuplé La Zarzamora. Y ya pronto se iba a su casa, que estaba unas puertas más arriba".
Cuenta Paqui que su tío tenía una garganta privilegiada, de ahí que lo llamaran "Joselito el de la voz de oro", y que desde chiquillo acostumbraba a arrancarse a cantar a cualquier hora. Su pieza maestra, el tema con el que embelesaba a su peculiar auditorio, era La Zarzamora. Pero no la versión clásica en la que la protagonista "llora que llora a todas horas por los rincones", sino una libre, de cosecha propia, chistosa y muy alegre, según recuerdan los que la escucharon, quienes, desgraciadamente, no saben referir la letra.
Joselito fue el segundo de cinco hermanos, el resto todas chicas. Murió soltero y sin hijos, y en los últimos años lo cuidó su sobrina Paqui. "Nunca se casó pero tuvo siete novias, ¿no lo has escuchado en la canción?", dice la sobrina, de nuevo entre risas: Siete novias tuve /Más novias que un moro / Me salieron malas / Y a las siete abandoné...
Eso era lo que Joselito contaba por los bares y lo que Kiko Veneno anotó, que tuvo siete novias y que las abandonó, pero la realidad es que fueron ellas las que le dieron boleto. "¿Qué por qué no se casó? Era muy guapito, pero muy ligero de cabeza. ¡Qué mujer iba a aguantar la vida que él llevaba!", dice Paqui.
Cuando Kiko Veneno convirtió las ocurrencias de Joselito en una canción -se publicó en 1992, en el disco Échate un cantecito, el más vendido de su carrera-, el artista ya se había marchado de Conil. La sobrina de Joselito no oculta que al de la voz de oro le quedó el disgusto de enterarse de que tenía una canción por la radio. "Me cago en la mar, el Kiko Veneno, no enviarme el disco siquiera...", refiere que se quejaba Joselito.
Luego vino el exilio de su casa en la calle El Peñón, porque una empresa le dio un buen dinero y otra casa para construir un local nocturno en la suya. La vivienda de Joselito es ahora La Luna, la discoteca más distinguida de Conil, con pista de baile al aire libre, una luna gigante en las alturas, un enorme acuario iluminado... Pero ni su coctelería incluye botellitas de vino de Chiclana, ni su repertorio musical la canción de Joselito.
Dejó Joselito, por tanto, de subir la calle El Peñón con los ojos brillantitos y comenzó a dejarse ver más por el hogar del jubilado. En sus paredes hay muchas fotografías de él colgadas, la mayoría identificadas como "el morcilla", que era su apodo familiar, y firmadas Juan Capacha, el nombre con que los conileños rebautizaron a John Adelman, un fotógrafo norteamericano que llegó al pueblo en los 50.
Quiso el destino (y el tabaco) que a Joselito le atacara el cáncer precisamente en la garganta y perdió la voz y la vida a los 70 años. "Demasiado vivió para la vida que llevó y que disfrutó, vaya que si la disfrutó", sentencia su sobrina.

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