Muchas cosas andan rotas en este
PSOE. Desde su ideología, maltratada por casi todos, hasta ese juego de
confianzas, compromisos y complicidades en su estructura orgánica que
determina el éxito. No es cosa de hoy, ni de ayer, ni de hace una semana
o unos meses. Tampoco del célebre Comité Federal de garrote y cuchillo
contra Pedro Sánchez de octubre pasado. La manada socialista lleva mucho tiempo fracturada.
Y ya no hay pastor capaz de volver a reunirla. El episodio de la
recogida de avales lo certifica. Patxi López, el candidato de la unidad,
se ha quedado en intento de tercera vía. Sus 10.866 avales valen nada
en solitario, pero sí mucho en compañía. Lo saben bien Pedro Sánchez y
Susana Díaz. El primero ya comenzó el cortejo el pasado viernes. La
segunda no tardará en hacerlo en cuanto se reponga del susto del primer
acto: la batalla de los avales. “Pedro no va a llegar a los 15.000
avales. Susana campeona”, escribía un destacada dirigente socialista,
exministro para más señas, casi al alba del pasado jueves. Las cifras
rebajaban, horas después, la euforia del citado SMS. El viernes, Ferraz
confirmaba la alta tensión. Apenas 6.000 firmas de ventaja de Díaz
frente a Sánchez. El aparato, ergo el socialismo surgido de Suresnes, está en serio peligro de extinción.
Sánchez
con su discurso extremista, estruendoso con el ‘no es no’, edulcorado
con acertadas dosis de márketing, ha logrado conquistar muchas aldeas
galas por la piel de toro. Su victoria no es sólo numérica (12 de 17
comunidades). La calidad del apoyo recibido es homogéneo.
Incluso allí donde pierde frente a Díaz su base es suficientemente alta
como para ajustar la derrota de las primarias al mínimo o incluso poder
intentar el asalto al poder. Si no, podrá seguir dando guerra en la
segunda vuelta: los congresos territoriales, 17 suertes de guerras
civiles del socialismo que harán irrespirable gestionar el partido.
Incluso allí donde pierde Sánchez frente a Díaz su base es suficientemente alta como para ajustar la derrota de las primarias al mínimo o incluso poder intentar el asalto al poder
El mérito es más que notable teniendo en cuenta que
Sánchez partía sin el apoyo de ningún ‘barón’ territorial, a excepción
de la líder del PSN, María Chivite. Enfrente, la presidenta andaluza y todo el aparato,
histórico (basta recordar la foto de su puesta de largo en Madrid) y
actual. Susana Díaz cuenta con el favor de cinco de los otros seis
presidentes autonómicos (Guillermo Fernández Vara; Emiliano García-Page;
Ximo Puig; Javier Fernández y Javier Lambán). En la tercera arista,
Patxi López presenta el apoyo de la presidenta balear Francina Armengol y
de tres secretarios generales regionales (La Rioja, César Luena;
Murcia, Rafael González Tovar, y Madrid, Sara Hernández).
Todas estas alianzas ya tienen cifras. La primera de cal para Díaz.
La
presidenta andaluza quería visibilizar en la recogida de avales el
enorme desequilibrio de fuerzas que le separaba a ella del resto de
candidatos. Su objetivo no era tanto asustar a sus oponentes y lograr
que abandonaran la contienda antes de llegar a las urnas -como logró en
las primarias de las que salió proclamada como candidata única a liderar
el PSOE andaluz- como el de generar un factor imán o factor contagio,
que arrastrará a los indecisos hacia la candidatura con más opciones de
ganar. Y aquí, con apenas 6.000 avales de diferencia, es donde más se
visibilizan los temores de Díaz: la campaña de sobreexposición en las
redes sociales, el apoyo casi unánime del aparato y el muestreo
exhaustivo sobre la intención de voto de los afiliados, gracias, en
parte a los alcaldes afines a la andaluza, no han despejado completamente las dudas acerca del voto oculto.
“Son unas primarias muy excepcionales, porque la situación de crisis
interna que vive el PSOE es excepcional, y porque ahora hay un rechazo
generalizado a todo lo que tenga que ver con oficialismo que no
controlamos. Ahí está Donald Trump y el Brexit. Pero al final, al líder
del PSOE no lo eligen los votantes, sino los militantes, y aquí hay
mucha cultura de partido”, advierte un dirigente socialista andaluz.
Nadie
lo discute. Las primarias del PSOE se juegan en Andalucía, el feudo
socialista por antonomasia, la federación más numerosa de toda España
con 45.000 afiliados, un 25% del total. En el equipo de Díaz andan
inquietos con el juego de poderes en su propia casa. Sus cálculos
estiman que entre la militancia hay en torno a un 35% de voto oculto que podría decantarse, “dado el desencanto que hay con todo lo que huela a oficialismo”, por Sánchez.
En
realidad, estas primarias no sólo ponen en juego el liderazgo del PSOE
en Madrid sino también si los militantes socialistas están dispuestos a
romper con el clientelismo tejido en esa comunidad desde hace décadas.
La estructura opera no sólo desde la cúpula, donde se dirige un
presupuesto de treinta y un mil millones de euros, sino sobre los
cuadros intermedios. Díaz, como sus antecesores, ha aprovechado las
ventajas de estructuración jerárquica de las conexiones interpersonales
para llevar a grandes grupos a un curso de acción común. Una
red de mamandurrias con distintos niveles que comienzan en el Gobierno y
se extienden a través de los cargos públicos que distribuyen el
presupuesto público y que son libremente designados por el
Gobierno regional o por el partido. Empezando por los altos cargos de la
Junta y acabando en todos los puestos de libre designación, desde el
presidente de una autoridad portuaria hasta el director de un hospital
pasando por las confederaciones hidrográficas o la televisión pública,
las diputaciones, los museos o parques naturales...
Díaz ha aprovechado las ventajas de estructuración jerárquica de las conexiones interpersonales para llevar a grandes grupos a un curso de acción común
La fórmula de recogida de los avales complica que un
militante socialista inserto en esta red clientelar vaya contra la
presidenta andaluza. De ahí, los miedos de Díaz ante los más de 8.000 militantes que en Andalucía han expuesto sus nombres y apellidos al servicio de Sánchez.
“No todos son resentidos, está claro”, admiten desde su entorno. En
Ferraz también tienen dudas sobre el más que lógico voto oculto entre
los avalistas a Díaz. “El voto es más secreto que un aval y puede haber
cambios”, explican en Madrid. Andalucía se disputará ciudad a ciudad,
barrio a barrio. Hasta en el popular enclave natal de Susana Díaz,
Triana, la candidatura de Pedro Sánchez ha logrado sacar adelante una
plataforma de simpatizantes. Ahí es nada.
Extrapolando los datos de 2014, la última pelea por el sanedrín socialista, el voto oculto alcanzó un 30%.
En aquel momento, Eduardo Madina y José Antonio Pérez Tapias sumaron en
torno a un 25% de los sufragios frente al casi 75% que obtuvo un
Sánchez masivamente apoyado entonces por Díaz y toda su federación.
19.000 votos frente a los 7.200 de Eduardo Madina. Entonces, Sánchez
logró 15.000 avales en Andalucía, y de ellos, 5.000 en la provincia de
Sevilla. Ahora, sin el apoyo de la federación andaluza, el ex secretario
general supera la mitad (8.818 avales) y mejora los votos conquistados
por Madina.
Hoy Pedro Sánchez entra en muchos
restaurantes de Andalucía y lo aplauden. Toda la culpa la tiene la
estructura ‘antisistema’ que ha tejido en Andalucía. Su principal
avalista en esos lares es Francisco Toscano, el alcalde de Dos Hermanas,
un hombre que conoce al dedillo el ‘establishment’ del clientelismo
andaluz. Pero también José Antonio Rodríguez Salas, también alcalde, de
Jun (Granada). La puntilla para Susana fue el ‘fichaje’ de uno de los suyos,
Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, con cargo autonómico por el ‘dedazo’
de Díaz. Su llegada fue un mensaje directo a la presidenta andaluza de
la estrategia de Sánchez frente a Andalucía. Un todo o nada. De ahí, el
intento de sumar a su causa a López y su cohorte andaluza. La
exconsejera andaluza Evangelina Naranjo, que durante años fue la número
tres del ejecutivo de Manuel Chaves, sólo por detrás del todopoderoso
Gaspar Zarrías. El gaditano Luis Pizarro, durante muchos años secretario
de Organización del PSOE andaluz, o varios exdirigentes socialistas con
capacidad de movilización en Huelva, Málaga, Cádiz, Almería o Jaén.
Todos
ellos tienen un común denominador. Son árboles caídos frente al
aparato. Lo mismo que Sánchez. Su victoria moral en la recogida de
avales es sinónimo de que la militancia socialista le considera un
damnificado frente a los jerarcas de Ferraz. Una gasolina emocional para
continuar con su viaje a la Secretaría General o hacia el abismo.
Sinónimo esto último de partido alternativo. Todo ello pasa por
Andalucía. La comunidad de las mamandurrias. De eso van los EREs, el
fraude en los cursos de formación y la creación y ocupación de
centenares de empresas públicas que han constituido una Administración
paralela donde los principios aplicados han sido los de “¡colócanos,
colócanos, ay, por tu madre, Susana, colócanos!”.
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