Trata, la esclavitud invisible
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En lo que va de año, la Policía Nacional ha rescatado a más de 280 víctimas de trata y explotación sexual
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Muchas de ellas llegan en patera a España
"Un
día, cuando tenía 14 años, una mujer muy guapa y bien vestida, con un
buen coche, apareció en el recreo del colegio. Habló con algunas de las
chicas y poco a poco fuimos cogiendo confianza con ella. Nos explicaba
que venía de Europa, que allí había muchas posibilidades de encontrar
trabajo, estudiar, hacer una vida mejor. Yo vivía en un pueblo pobre, en
la miseria, y no lo pensé dos veces".
Así empieza la
historia de María (nombre ficticio), una de las muchas que a lo largo de
los últimos años se han escuchado por toda la geografía española, bajo
patrones parecidos y un mismo final: el viaje por África, el paso del
Estrecho, la explotación sexual, las amenazas y violencia. Es el
testimonio de las esclavas invisibles, las víctimas de trata que son la
cara oculta del negocio del sexo en Europa.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo,
4,8 millones de personas son víctimas de la explotación sexual en el
mundo. Es una forma de violencia contra la mujer, con un marcado
componente de género: la OIT apunta que mujeres y niñas representan el
99% de las víctimas en la industria sexual comercial. Una parte de las
víctimas de este delito lo son también de la trata de personas, han sido
captadas, transportadas o alojadas mediante engaño para conseguir su
explotación, sexual en este caso; se dan también la trata y explotación
laboral. En España, entre enero y octubre, la Policía Nacional ha
rescatado a más de 280 víctimas de trata o explotación sexual y ha
detenido a más de 1.000 personas por estos delitos. ¿El perfil? Mujeres
muy jóvenes, con escasos recursos económicos, habitualmente con escasa
formación y de Rumanía, Nigeria o China.
Muchas de
estas víctimas de trata habrán llegado en patera. La ONU ha detectado
más de 500 flujos de tráfico de personas en el mundo; entre ellos están
los que unen el África subsahariana con Europa o el que conecta Europa
del Este y los deseados países de la Europa Occidental. Y en el primero
de ellos el paso de embarcaciones por el Estrecho o el Mar de Alborán es
un camino común, lo cual no quiere decir, advierten las organizaciones
que intentan ayudar a estas mujeres, que todas las que llegan en patera
sean víctimas de este delito.
La estadística no es
fiable en cuanto al número de personas que realmente han caído en las
garras de una red de trata, porque es muy difícil que estas lo admitan:
el pasado año, explican desde Algeciras Acoge, las distintas
organizaciones que trabajan en el Centro de Internamiento de Extranjeros
algecireño (que hasta junio acogía a mujeres), el único de Andalucía,
estudiaron el caso de 124 mujeres que llegaron al centro y derivaron 12 a
la Policía al sospechar que podían ser víctimas. Pese a ello, sólo una
fue identificada como víctima de trata e inició el proceso de protección
y regularización de su situación. El Ministerio del Interior
contabilizó a 148 víctimas de trata para explotación sexual y 443 por
este último delito el pasado año, pero el dato escalofriante es que
detectó a 12.419 personas en situación de riesgo de trata o de
explotación sexual, la mayoría en clubes de alterne.
Una historia de violencia
Detrás
de esa diferencia está la historia de violencia y amenazas que sufren
las mujeres que llegan a España y el silencio que conlleva. "El cuerpo
de la mujer es su herramienta de supervivencia. Es el pago para pasar
una frontera, para lograr un medio de desplazamiento. Es la crueldad
absoluta" expone Encarna, mediadora de Algeciras Acoge (los apellidos de
este reportaje se han suprimido a petición de las organizaciones). Lo
es en el camino, en el que tienen que cruzar el desierto en camiones de
desecho, y lo es en el bosque de Marruecos en el que desembocan los
migrantes a la espera de coger la patera que les traiga a la idealizada
Europa. No es casualidad que las mujeres lleguen embarazadas: por un
lado porque son utilizadas para pagar el viaje, una moneda de cambio;
por otro, porque los traficantes saben que no se las expulsa. "Son
mujeres que están siendo tratadas como mercancía", que se compra y vende
en lugares como La place de Argelia, desde donde hace años se distribuían las esclavas del siglo XXI.
Cuando
llegan a España "creen que acaba su infierno, que ha durado entre diez
meses y un año, pero ahora empieza la explotación sexual. No se lo
podían imaginar. Y ninguna protesta, porque están sometidas a una
violencia psicológica invisible", explica el inspector jefe de la Unidad
Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales
(UCRIF), José Nieto. Las cadenas que las atan no son visibles, pero son
aún más fuertes que si lo fueran. Los tratantes les dicen que tienen una
deuda que se mide en decenas de miles de euros (50.000, 60.000) por
haberlas traído a Europa, que tienen que saldar trabajando para ellos,
en redes de prostitución 24/7, 24 horas al día y 7 días a la semana. "A
15 o 20 euros el servicio, ¿cuántos tienen que
hacer para pagar?", lamentan Policía y ONG. En caso contrario, sus
familias sufrirán las consecuencias. "No llegué a denunciar por mi
familia. Tenía miedo de que le hicieran algo. Porque la mujer siempre
decía que si la denunciaba iba a quemar a toda mi familia viva" explica
María.
En el caso de las mafias nigerianas es además
habitual el uso del vudú, que anula la voluntad de las chicas. "Yo tenía
mucho miedo, creía que el vudú me iba a matar. Si enfermaba, yo creía
que era vudú, la madame me decía que era por eso", recuerda. La magia negra es
suficiente para controlarlas. En otros casos, puede llegar una foto de
algún matón de la red junto a algún familiar para recordar la amenaza.
Tal es el miedo que las mujeres siguen pagando su deuda aunque logren
salir de la red de prostitución, incluso cuando la madame muere sus herederos le reclaman el débito.
Esa
figura es clave en la historia de esas mujeres. Es el eslabón de la red
de trata que está en contacto directo con las explotadas, la que se
encarga de cobrar el dinero. "Muchas veces son antiguas víctimas de
trata", explica José Luis, del Proyecto Alma. Son el único referente que
tienen las explotadas sobre la red, no pueden identificar a los
cabecillas. Un hándicap más para las investigaciones de unas redes
internacionales que están perfectamente estructuradas desde la captación
de la víctima hasta su desplazamiento por Europa y que mueven miles de
millones de euros: cinco millones al día en España según los datos del
Gobierno central. "Colaboramos mucho con las autoridades marroquíes, que
es donde están asentadas la mayor parte de las organizaciones. Tenemos
delegados de Interior trabajando en embajadas de los países clave. Pero
es muy complicado, porque estas redes tienen gente en origen, en
tránsito, están muy extendidas en España y en el resto de Europa. Una
estructura piramidal perfecta, con tentáculos en media Europa. Es la
misma organización la que capta, transporta y explota", detalla Nieto.
Difícil salida
Por
eso es tan difícil separar a una víctima de ellas. Las organizaciones
del Campo de Gibraltar lo han comprobado en numerosas ocasiones: las
tienen perfectamente controladas, las persiguen incluso cuando han
accedido a un piso de acogida. El control empieza en el CIE, donde
"todas las mujeres estaban juntas, lo que provocaba que si había una
controladora también estuviera con ellas", explica Encarna. Lograr que
una mujer que acaba de llegar a un país desconocido, tras un viaje
traumático, confíe en una desconocida para detectar que es víctima de
trata es muy difícil. Y aun cuando acceden a acudir a un recurso de
acogida es complicado que cuenten su historia.
"Hace
dos meses abrimos un proyecto en Sevilla, Alma vicenciana", explica José
Luis. Dos pisos en los que acogen a personas que llegan de los centros
de estancia temporal de inmigrantes de Ceuta y Melilla. "Y las chicas
que llegan allí del CETI llegan trajeadas, con tacones, buenos móviles y
con el billete de autobús para Bilbao, Madrid o Valencia ya en el
móvil. El paso ya lo tienen hecho a la Península porque la ONG te acoge
pero al día siguiente se están yendo. Y no podemos hacer nada. Solo
acompañarlas en el tiempo en que están con nosotros". A veces lo
consiguen, hay chicas que logran salir. Pero el porcentaje de éxito es
bajo, la mayoría acaban en la red.
Las redes las han
aleccionado en el miedo al blanco, que no las quiere en su país, y a la
Policía, que lo que busca es expulsarlas. Sufren un estrés postraumático
comparable al de los veteranos de guerra y en algunas ocasiones ni
siquiera tienen el apoyo familiar, puesto que sus familias les demandan
los ingresos que han venido a conseguir a Europa.
En
el caso de las europeas del Este en ocasiones la familia percibe un
ingreso directamente de la red, que es vital para su subsistencia, lo
que dificulta aún más la salida de las mujeres. Para las rumanas no hay
vudú, pero sí violencia física; las mafias de esa zona son las más
violentas con diferencia. Agreden a las mujeres delante de todas las
demás del club o el grupo para amedrentarlas, con cuidado de no
marcarlas visiblemente para no estropear el producto.
Las mujeres rumanas están llenando los burdeles españoles aprovechando
la pobreza en la que está sumido el país y la buena imagen de España en
Rumanía, además de la facilidad del transporte: las chicas llegan en
autobús o en coche.
Las mafias también les enseñan qué
historia tienen que contar para conseguir algún trámite y les dan
documentación falsa para aparentar que están en situación legal en el
país. "Yo tenía varios pasaportes distintos, con mi foto y mi huella
pero con los nombres de otras personas", explica María. "Cuando quise
sacarme uno mío tuve que volver a mi país para hacerlo".
Aunque
lo primero que las redes advierten es que tienen que negar que sean
víctimas de trata. "A veces luchamos contra un delito que la gente no
ve", explica Nieto. "Es muy triste que la gente no conozca lo que pasa.
No es casualidad que las mujeres de los clubes sean extranjeras". El 81%
de las personas en riesgo detectadas el pasado año por la Policía
Nacional estaban en este tipo de locales. Nieto concreta: no se persigue
la prostitución, que no es un delito. Lo que se persigue es la
explotación sexual, que muy pocas mujeres confiesan, porque "lo primero
que les dicen es 'ojo con lo que cuentas'". Por eso, uno de los
objetivos de la UCRIF y de todos los que trabajan con este delito es
visibilizarlo. "Queremos que cuando alguien entre en estos sitios la
gente sepa que muchas de las mujeres están allí obligadas. Acabar con la
cantinela de que están allí porque quieren. No están visiblemente
atadas, pero sí con cadenas invisibles. Son víctimas invisibles". En
clubes o en pisos, donde las mafias están llevando a las víctimas de
trata al ser más difíciles de localizar allí; también en la calle,
destino al que se ven abocadas muchas de las mujeres subsaharianas que
cruzan el Estrecho.
Sensibilizar al consumidor
El
consumidor de prostitución es también el objetivo de las ONG que luchan
contra la trata y de las campañas de la Administración. Este 2017 el
Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad alerta: No inviertas en sufrimiento.
"Hay que ser conscientes de que estas mujeres son mercancía pura y
dura, que se vende, se compra, se cede, se alquila", remacha Encarna.
Tan es así que se mueven por Europa a demanda: el pasado año, durante la
celebración en Francia de la Eurocopa las organizaciones detectaron que
las chicas que llegaban al país tenían todas un mismo destino: Francia.
"Lo
que no queremos es que la gente se llegue a acostumbrar a la
explotación sexual como algo normal. La prostitución no es un delito,
pero bajo su paraguas hay mucha explotación sexual", insiste el
inspector jefe. Desde la Policía se anima a la población a ayudar a
detectar esos casos: "La denuncia es importantísima, no imprescindible.
Lo que necesitamos sí o sí es tener conocimiento del hecho". Para ello
han puesto en marcha un teléfono gratuito, completamente anónimo, que no
deja rastro en la factura: el 900 10 50 90. Lo atiende personal de la
UCRIF central, policías especializados. La información que llega ahí o
al correo trata@policia.es es reservada, completamente confidencial.
"Queremos que nos comuniquen cualquier sospecha, cualquier hecho raro
que observen".
Desde Algeciras Acoge se apuntan otras
necesidades a la hora de atender a estas mujeres: un número de teléfono
más corto, que puedan memorizar; asistencia letrada desde el primer
momento y, sobre todo, que haya más víctimas identificadas como tales.
Con otra mirada
Es
un día soleado en el piso de acogida del Proyecto Alma, una de las
cinco organizaciones dela comarca del Campo de Gibraltar que trabajan
con las víctimas de trata y explotación sexual. Hoy están de
celebración: una de las mujeres acogida empieza a trabajar después de un
largo camino de recuperación, aprendizaje y tramitación administrativa
para regularizar su situación. Ella es el mejor ejemplo para el resto.
En
la actualidad hay cuatro chicas en el piso con tres niños de corta
edad, solo una de ellas identificada como víctima de trata. Funcionan
como una familia, preparan comidas de sus países de origen, dan clases
de español y tienen un mismo objetivo: labrarse una vida en Europa.
Igual que las restantes 400 que han llegado este año en patera a las
costas gaditanas o las mujeres rumanas que creen venir a trabajar en el
campo. Ninguna esperaba verse obligada a prostituirse. Por eso, el
Proyecto Alma tiene una campaña bajo el lema Con otra mirada: "Queremos que dejen de verlas como prostitutas y las vean como víctimas, que es lo que son".
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