domingo, 17 de diciembre de 2017

LA JUECESITA VALIENTE QUE NO LO ERA

JUZGADO DE GUARDIA
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Alaya la lía

Jorge Muñoz | 17 de diciembre de 2017 a las 2:00
 
El juicio a los ex presidentes de la Junta de Andalucía Manuel Chaves y José Antonio Griñán y a otros 20 ex altos cargos se inició esta semana con un perfil bajo, limitado exclusivamente a la tediosa lectura de los escritos de las conclusiones provisionales de las partes –un trámite que suele obviarse en la mayoría de los juicios orales que se celebran en este país–. La ordinariez, técnicamente hablando, con la que arrancó la vista, se rompió pronto por los exabruptos que la juez Mercedes Alaya, que durante más de cuatro años instruyó la macrocausa de los ERE hasta su salida voluntaria y no exenta de polémica del juzgado, vertió al manifestar públicamente sus impresiones sobre la futura sentencia en el transcurso de una conferencia que pronunció en Valencia.
Tarde o temprano Alaya iba a irrumpir en las sesiones de la macrocausa, bien por las críticas que las defensas pudieran realizar sobre su controvertida instrucción o por los ataques de los letrados de los ex altos cargos a la teoría de la conspiración para delinquir que la magistrada dibujó y fue aceptada sin ser cuestionada lo más mínimopor la Fiscalía Anticorrupción y parte de las acusaciones, salvo la que ejerce la Junta de Andalucía, que al pedir el archivo del “procedimiento específico” se ha quedado literalmente fuera de este juicio.
Lo que nadie esperaba es que fuese la propia Mercedes Alaya la que se situara de nuevo en el centro de la polémica, irrumpiendo en el juicio con unas duras declaraciones que, como mínimo, no pueden dejar de considerarse como inoportunas por el momento en que se producen, además de la gravedad que rodea ese discurso. Alaya pronunció una conferencia en Valencia el pasado jueves, coincidiendo con la segunda sesión del juicio, y se despachó a gusto al exponer públicamente sus impresiones sobre la futura sentencia del caso de los ERE. Alaya dijo que el fallo le genera “una incertidumbre fea”, no en alusión al fallo que acuerden los magistrados de la Audiencia de Sevilla, sus compañeros, sino por la que pueda dictarse en la instancia superior.
LA JUEZ ALAYA IMPARTE LA CONFERENCIA "INDEPENDENCIA JUDICIAL"
La juez Mercedes Alaya, el pasado jueves en la Ciudad de la Justicia de Valencia.
Sin hacer más hincapié en el error o lapsus que cometió la juez estrella al poner de manifiesto que la sentencia de los ERE sería revisada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), que preside su amigo Lorenzo del Río –no hay que olvidar que este magistrado y la Sala de Gobierno fueron los que finalmente la apartaron de las macrocausas por sus críticas a su sucesora, la juez María Núñez Bolaños– y no por el Tribunal Supremo, a quien llegará el caso, lo cierto es que las declaraciones de Alaya generan una gran alarma social, al menoscabar una de las características que deben definir la actuación de los jueces: su independencia del resto de poderes.
Alaya dijo, insistiendo en su error, que un tercio de los miembros del TSJA han sido elegidos por el Parlamento andaluz y el presidente de este organismo “también es un cargo discrecional”. ¿Qué quería decir realmente Alaya con estas afirmaciones?
De su discurso se desprende que Alaya piensa que el tribunal que revise el caso puede modificar la sentencia que en su día dicte la Sección Primera de la Audiencia de Sevilla. Alaya no dice cuál sería el resultado de esa primera sentencia –sólo comentó que tenía “la mejor” de las sensaciones ante la vista oral–, con lo cual está apuntando a un hipotético aval de sus tesis acusatorias, de un lado, y a una sentencia posterior que por motivos políticos vendría a revocar ese resultado, de otro.
Es lógico que Alaya defienda su trabajo, la instrucción con la que hizo tambalear al Gobierno andaluz. Es humano que lo haga, todo el mundo lo haría, pero extender unas sospechas basadas en unas sensaciones que por ahora no han sido corroboradas por la decisión de ningún tribunal provoca un grave perjuicio a la imagen de independencia que debe presidir la actuación de los jueces y tribunales, y que junto a la imparcialidad y el sometimiento a la ley constituyen los principales pilares que estos deben guardar en el ejercicio de su compleja función.
¿Y si al final la Audiencia de Sevilla absuelve a los 22 ex altos cargos imputados o a la mayoría de ellos? ¿Podríamos entonces acusar a Alaya por la peculiar forma en la que llevó a cabo la instrucción? Pienso que no, porque quiero confiar en que los jueces siempre actúan siguiendo los principios antes mencionados. De lo contrario, apaga y vámonos.

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