de Eduardo Galeano
Ojalá seamos dignos de la desesperada esperanza.
Ojalá podamos tener el coraje de estar
solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve
un diente fuera de la boca ni un dedo fuera de la mano.
Ojalá podamos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.
Ojalá podamos ser tan porfiados para
seguir creyendo contra toda evidencia que la condición humana vale la
pena, porque henos sido mal hechos, pero no estamos terminados.
Ojalá podamos ser capaces de seguir
caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones
y las derrotas, porque la historia continúa más allá de nosotros, y,
cuando ella dice “adiós”, está diciendo “hasta luego”.
Ojalá podamos mantener viva la certeza
de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva
animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca
donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del
alma ni del tiempo.
Ojalá.
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