viernes, 16 de diciembre de 2011

ANDALUCES VAGOS

Subsidio agrario y ayudas europeas

Cayetano Martínez de Irujo debe llevar toda la maldita semana arrepintiéndose de haber picado como un pardillo ante las preguntas en apariencia inocentes que Jordi Évole le formuló para su programa ‘Salvados’, de La Sexta. Debe estar preguntándose quién diablos le mandaría a él dejar entrar en su finca a unos tipos que no tienen respeto por nada ni conocen el valor de las jerarquías o la importancia de saber estar cada uno en su sitio. En general, los que defienden la idea de que cada uno debe
saber estar en su sitio suelen ser aquellos a quienes la vida ha puesto precisamente en los mejores sitios.

Más allá de los despropósitos del vástago de la Casa de Alba sobre la vagancia natural de los andaluces, en lo que sin duda coincide con las torpes tesis de Ortega, aunque desconocemos si la coincidencia con el filósofo es por haberlo leído o simplemente por casualidad, pues bien, más allá de esos exabruptos Martínez de Irujo atacaba el subisidio agrario, al igual que hace mucha otra gente, pero defendía con ardor las ayudas europeas a la agricultura. En opinión del conde de Salvatierra, las ayudas europeas que reciben sus fincas están perfectamente justificadas porque permiten vivir a unas 250 familias que trabajan en esos latifundios de la Casa de Alba. Lo que no parece entender el aristócrata es que el subsidio agrario tiene exactamente el mismo propósito y la misma justificación: que sirve para que puedan vivir unas cuantas decenas de miles de jornaleros.

Si Bruselas aplicara al campo europeo el criterio que Martínez de Irujo pretende que se aplique al subsidio agrario, es decir, suprimirlo, si ello ocurriera se desencadería la ruina de cientos de miles de familias de todo el continente. Todos sabemos que la agricultura es una actividad que sólo puede sobrevivir con ayudas públicas, pero todos deberíamos saber también que los agricultores andaluces sin tierra sólo pueden sobrevivir con esa ayuda pública llamada subsidio agrario.

Otra cosa bien distinta es que el subsidio agrario sea un mal horizonte vital, y no digamos profesional, para esas familias y para sus hijos. 420 euros al mes durante un máximo de seis meses al año es un pésimo negocio económico, pero sobre todo es un pésimo negocio vital, es estar condenado a una vida de subsistencia, con pocas esperanzas de prosperar.
Que el subsidio agrario siga siendo necesario en Andalucía es un fracaso colectivo, no una indignidad personal ni un atraco a las arcas públicas. Lo malo no es que lo cobren. Lo malo es que tengan que cobrarlo.

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