Tranquila sultana que la culpa es de Pedro Sánchez
Por si no estaba meridianamente claro, el susanismo rampante ha empezado a explicar que de la victoria-debacle del PSOE en Andalucía, singularmente de la debacle, el culpable es Pedro Sánchez, que lo es también del auge de Vox, de la abstención histórica, de los ERE y de unas goteras en el Palacio de San Telmo que no hay fontanero que localice. Sánchez es el culpable por haber arrasado en las primarias a la reina del sur, algo de muy mala educación, y por haber presentado una moción de censura contra el PP y dejar que le votaran los independentistas, esos que declararon la República cuando gobernaba Rajoy con mano de hierro en guante de esparto.
De la tragedia de que la sultana se vea obligada a hacer las maletas y a meter en ella los trajes de faralaes que luce en la Feria hay un único y alto responsable, aliado del secesionismo. Y de ese yugo, tal y como ha venido a relatar uno de los peones de la andaluza en la reunión del grupo parlamentario socialista, la madre de Andalucía no pudo zafarse por pura lealtad, y por eso callaba cuando se le preguntaba por la política nacional, no fuera a ser que se interpretara que atacaba a Sánchez, algo que su bondad y rectitud no hubiera podido consentir.
Como no podía ser de otra manera, los baroncitos del PSOE, miembros de una especie de logia que sigue practicando en secreto su feudalismo de mesa camilla, comparten esta tesis y han corrido en auxilio de la madre de Andalucía, a quien las circunstancias obligan ahora a copiar de Vox la idea de la reconquista personalizada en ella misma, y a construir su futuro político desde su vacío cósmico hasta la línea del horizonte, inalcanzable por mucho que uno trate de acercarse.
Los analistas han llegado a bautizar su descaro como ‘Operación Vara’, en referencia al tránsito que experimentó el extremeño desde la presidencia de la Junta a la oposición para volver luego al poder en las siguientes elecciones. Vista así, la amarga victoria no es más que un interregno, un paso atrás para tomar impulso perfectamente planificado. En esas está ahora la buena de Susana Díaz, a la que preguntaron si pensaba dimitir y se puso los cascos para que le tradujeran la palabra creyendo que le hablaban en ruso.
El caso es que los estudios publicados tras las elecciones sobre el trasvase de votos no coinciden exactamente con las conclusiones del susanismo. Lo que muestran esos datos es que la mitad de los apoyos de Vox proceden del PP y que sólo alrededor del 2% de los votos del PSOE fueron al partido de Don Pelayo, lo que vendría a desmentir que en su ascenso haya sido determinante Pedro Sánchez y sus veleidades secesionistas.
Destacan también que fue Ciudadanos quien dio cobijo a la fuga de papeletas más importante (en torno a 140.000) y sostienen que la principal razón del descenso electoral de los socialistas fue que más de 300.000 de sus tradicionales votantes se quedaron en su casa viendo alguna serie de Netflix. ¿Lo hicieron porque estaban hasta el gorro de la trianera prodigiosa y de su socialismo rociero o porque Pedro Sánchez cruzó las líneas rojas y le ríe las gracias a Rufián en el Congreso? He ahí el dilema.
Más aún, ¿cómo se entiende que el PSOE figura en todas las encuestas a nivel nacional como primera fuerza –en las del CIS de Tezanos se da por descontado- desde que Sánchez llegó al Gobierno de la mano de esos pérfidos independentistas? ¿Y por qué no había sucedido algo semejante en los nueve años anteriores? ¿Sólo los andaluces se habrán enterado de esta alianza contra natura?
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