Que les quiten la placa y el arma ya
La actitud de los sindicatos policiales encubriendo a sus
colegas, invocando el contexto o hablando de “traicionera filtración”
solo puede ser calificada de una manera: una puta vergüenza
"Que se muera la zorra
vieja ya”, pedía un policía municipal en el chat del odio y la vergüenza
que comparten cien policías locales madrileños, entre los cuales solo
uno se atrevió a denunciar semejante orgía de fascismo, machismo,
sexismo, racismo, xenofobia, ignorancia y todas las estupideces más
ignominiosas que imaginarse puedan.
La cuestión ya no
reside en si supera o no los límites de la crítica política llamarle
"Hija de la grandísima puta roja de mierda mal parida" a quien no piensa
como tú. O si constituye o no delito amenazar o desear la peor muerte
posible a quien no comparte tus ideas. El juez dirá si hay delito o no
cuando corresponda y habrá de tener en cuenta que no se insulta y agrede
sólo a la ciudadana Manuela Carmena, se amenaza a la autoridad que es
la Alcaldesa de Madrid.
La cuestión grave y urgente ahora es que se trata de
amenazas y discursos del odio vertidos por personas que son agentes de
la ley y disponen del monopolio legítimo del uso de la violencia. Uno se
hace llamar fhürer y sostiene que Hitler sí que sabía hacer bien las
cosas, otro dice que le fascismo es alegría, otro avisa que los
comunistas tienen los días contados y otro pide tirar al mar a la "panda
de hijos de la gran puta, los moros y los que le defienden”; cualquiera
de ellos puede cruzarse mañana en su camino y pedirle que se
identifique, piénselo y dígame cómo se le queda el cuerpo.
Se trata de un caso de legítima defensa ciudadana y pura supervivencia
democrática. Urge la necesidad de que se les retire la placa y el arma a
unos individuos que constituyen una clara y directa amenaza para la
seguridad de los ciudadanos que juraron proteger. La Fiscalía ya debería
estar actuando de oficio, con la misma prontitud que ha dedicado al
Fiscal Maza porque Manuela Carmena es, además de una ciudadana que debe
ser protegida, una autoridad que debe ser respetada.
La actitud de los sindicatos policiales encubriendo a sus colegas,
invocando el contexto o hablando de “traicionera filtración” solo puede
ser calificada de una manera: una puta vergüenza.
El
Ayuntamiento, además de averiguar cómo han podido llegar a tener un
aplaca y un arma, ya debe estar identificando y expedientando para
inhabilitar a semejantes energúmenos. Lo único que les diferencia de un
posible terrorista supremacista es que les protege una placa y llevan
legalmente un arma que están autorizados a emplear; pueden multarte,
denunciarte, cachearte, detenerte, escribir lo que quieran en un
atestado con la presunción de veracidad a su favor o pegarte un porrazo o
un tiro porque "estamos donde debemos, en la calle. Matar es nuestro
lema".
No es casualidad que le haya vuelto a tocar a
Manuela Carmena. Ella reúne todas las condiciones para ser el objetivo
número uno del odio que, como bien explicó Oscar Wilde, alimenta a todos
los depravados que cuentan el patriotismo como su virtud: es
progresista, es mujer, es mayor y, por si eso fuera poco, ha demostrado
independencia y tener criterio propio. Si tienen alguna duda pregúntele a
Pablo Casado; el Leif Garret del PP lo tiene claro: "No me gusta que se
insulte a la señora Carmena (...) igual que hay concejalas que invaden o
atacan capillas"… progresista, mujer y con criterio; imperdonable, a
por ellas.
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