viernes, 28 de abril de 2017

PERDISTES EL TREN,GORDA BOLUDA


Jaque pastor




Podemos intenta mantener la iniciativa después de su fulgurante irrupción en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo del 2014. Diez días después de aquellos comicios, en que los dos partidos principales no lograron sumar el 50% de los votos, abdicaba el rey Juan Carlos. Comenzaba un tiempo nuevo. Una enorme ola de descontento, acelerada por la fractura generacional, amenazaba la estabilidad del sistema España. En otoño del 2014, la gráfica del malestar dibujó un pico: las atronadoras resonancias del caso Jordi Pujol se vieron amplificadas por la detención de Rodrigo Rato, el escándalo de las tarjetas opacas de Caja Madrid, la desarticulación de la trama delictiva del exconsejero de la presidencia de la Comunidad de Madrid, Francisco Granados, y la eternidad del proceso Gürtel. En Palma se instruía el caso Nóos, en Valencia el PP estaba hecho un colador y en Andalucía crujían las cuadernas del PSOE. En otoño del 2014, Podemos (fase uno) alcanzaba una proyección del 26% en las encuestas. Se dispararon todas las alarmas y el cohete Ciudadanos fue propulsado desde Cabo Cañaveral.
La política en España es casi irreconocible tres años después. La fractura generacional, dolorosa, profunda, casi irremediable, se ha descarnado como en ningún otro país en Europa. Desgastado sin cesar por los casos de corrupción, el Partido Alfa mantiene coagulada una base de más de siete millones de electores, bloque berroqueño armado por los mayores de 55 años. Mariano Rajoy cuenta con el apoyo estratégico de los poderes europeos (alicaída Italia, España es vital para la estabilidad de la UE). Tiene casi aprobados los presupuestos del 17 con el apoyo de Ciudadanos y el PNV. La inflamación crónica de Catalunya le ayuda a mantener cohesionado el voto de orden, el PSOE no está y Podemos se ha clavado en el 21%. Los morados no bajan, pero tampoco suben, pese a la invisibilidad socialista. Hay un enorme vacío en el campo de frecuencias que va de Susana Díaz a Pablo Iglesias. En esa franja, región de gruñidos y pitidos, intenta dar la sorpresa el resurrecto Pedro Sánchez.
Lo que ha vuelto a subir es el malestar. La gráfica está marcando otro pico: la trama de Ignacio González, el definitivo hundimiento de Esperanza Aguirre, la radiación Pujol que no cesa y la tensión en la magistratura. Hay indicios más que evidentes de que el Gobierno intenta embridar a los fiscales. Los recientes cambios en la Fiscalía General del Estado y en la jefatura de la Fiscalía Anticorrupción apuntan claramente en esta dirección. Embridar a la magistratura para que el Partido Alfa pueda salir del marco narrativo de la corrupción en el plazo de un año, momento en el que se comenzarán a preparar las elecciones locales y autonómicas del 2019; momento en el que tendría sentido plantear un adelanto de las elecciones generales para dar por concluida la actual legislatura ficticia. El margen de autonomía de la magistratura en los próximos doce meses en plena vorágine de la Tangentópolis española. Esta es la cuestión. Acelerar o frenar las tareas de limpieza. Esta es la piedra angular de la actual situación política española, tan difícil de leer por la acumulación de ruido, de consignas y de teatralidades.
Susana Díaz, en un acto de la campaña de las primarias socialistas, celebrado ayer en Elx
Susana Díaz, en un acto de la campaña de las primarias socialistas, celebrado ayer en Elx (EFE)
Los deseos de autonomía en el interior de la magistratura y el malhumor de la calle. En esa delicada intersección se sitúa la moción de censura anunciada ayer por Podemos. Es la primera vez que un partido ajeno a las dos grandes corrientes políticas tradicionales dispone de fuerza suficiente para presentarla. Ni el PCE ni Izquierda Unida dispusieron nunca de los 35 diputados necesarios para activar el artículo 113 de la Constitución.
Pablo Iglesias, leninista pop, ha dado el paso. La iniciativa se está aplaudiendo en las redes sociales y ha hecho fruncir el ceño de buena parte de los medios de comunicación, en cuyas manos sigue estando la principal pauta narrativa. La fractura generacional que no cesa.
El Partido Popular calibra el alcance de la jugada –la moción puede dejar claro que no hay alternativa al Partido Alfa– y el PSOE está que trina. Iglesias le está planteando un jaque pastor a Susana Díaz, a Pedro Sánchez y a Patxi López. Oportunidad táctica para Sánchez, que no se atreverá a pedir tiempo a Podemos para encabezar la iniciativa después de las primarias socialistas.
La moción de Podemos será caricaturizada hasta la extenuación. Y Rajoy es temible cuando sube a la tribuna. He ahí la prueba a la que ha decidido someterse voluntariamente el hombre de Vallecas que leyó a Lenin y se apasionó por la lectura eléctrica de la historia.

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