Cinco guardias civiles y dos policías se presentaron el pasado domingo, 16 de abril, en el Tonelero, en la Línea de la Concepción. Su misión era la de interceptar la descarga de varios fardos de hachís que los narcotraficantes habían transportado a bordo de su lancha rápida. “Cuidado”, debieron de pensar los agentes. No es una zona fácil para desempeñar su labor. Impera la ley de la droga y el menudeo da de comer en algunas de las áreas más pobres de la región. Sólo así se entiende la reacción que tuvieron los vecinos al ver llegar a los agentes: cien personas -la tensión amenazaba con estallar en cualquier momento- les increparon e insultaron. Enseguida comenzó la lluvia de piedras. Una de ellas, del tamaño de un ladrillo, reventó la luna de uno de los coches del Instituto Armado. A los guardias y a los policías no les quedó más remedio que abandonar la zona y a los traficantes, que descargaron sus fardos de hachís.
*Operación Whiteshark de la Guardia Civil contra el narcotráfico en Campo de Gibraltar, Cádiz.
Los agentes que se desempeñan en las costas de Cádiz denuncian que “no es un episodio aislado”: “Es uno de los destinos más complicados que puede afrontar un agente”. Hablan desde el anonimato, hastiados de una tierra hostil en la que exponen su integridad física y psicológica. Casi todos ellos tienen un compañero que ha sufrido en su propia piel los zarpazos del narcotráfico: de los 372.901 kilos de droga incautada en España en 2016, el 40% procedía de esta provincia andaluza. Los delincuentes aprovechan la conflictividad en las aguas territoriales en las inmediaciones de Gibraltar para desembarcar sus alijos, convirtiendo la zona en uno de los principales puertos en Europa para los narcos.
Para efectuar estas aprehensiones, los agentes tienen que luchar contra los contrabandistas -muchos clanes mantienen además una guerra interna que salpica a los vecinos- y un entorno, en ocasiones, hostil. En julio de 2016, la Guardia Civil intervino 4.000 kilos de hachís en una sola operación, con la localidad de Chiclana de la Frontera como escenario. En total fueron detenidas 11 personas y se desarticuló una de las principales redes que operaban en la región.
Este golpe policial, no obstante, no diezmó las capacidades de las mafias. Al menos, los últimos movimientos demuestran el arrojo con el que operan los traficantes (y sus compinches). A los agentes apedreados hace unos días en la Línea de la Concepción posiblemente les viniera a la memoria las imágenes de sus compañeros heridos el pasado 11 de marzo en San Roque, a apenas diez kilómetros de distancia. En esa ocasión, el conductor de un coche robado -cargado con 552 kilos de hachís- embistió a una patrulla de la Guardia Civil tras una persecución digna de película. El delincuente se dio a la fuga; los agentes resultaron heridos y uno de ellos, con el tobillo hecho trizas, aún sigue en el hospital, con la duda de cuándo podrá, si es que puede, reincorporarse al servicio.
Este episodio, de acuerdo a un veterano agente destinado en la zona, recuerda “al de los peores años del narcotráfico, en los 90”: “Desde entonces se hicieron muchos esfuerzos contra la delincuencia y muchos han sido efectivos, pero los malos se están haciendo fuertes y actúan contra nosotros con todo lo que pueden”. Según explica, “cada vez son más habituales las embestidas a los coches de la Guardia Civil para evitar persecuciones”: “Lo que debería ser la excepción se está convirtiendo en lo habitual”.
CORRUPCIÓN Y UN COCHE 'CLONADO'
Tal es la capacidad operativa de los narcotraficantes que no dudan en emplear las técnicas más inverosímiles para actuar en la región. Fue precisamente en Algeciras cuando, el 17 de mayo de 2016, la Guardia Civil detuvo a cuatro personas que controlaban un coche clonado del Instituto Armado: los delincuentes habían construido un vehículo del Instituto Armado -con sus sirenas, identificativos y matrículas- a partir de un Renault Megane. Según los investigadores, lo iban a emplear para sustraer droga a los narcotraficantes.
Entre los cuatro detenidos había un guardia civil, nacido en Málaga y destinado en el norte. La sorpresa fue relativa para los agentes, que entre los problemas que han afrontado en la provincia de Cádiz también está el de la corrupción. Muchos recuerdan las andanzas del capitán Francisco Gutiérrez, detenido en junio de 2016 acusado de sustraer la droga a los delincuentes a los que él y su equipo arrestaban. O las del sargento José Romero Béjar, también detenido en noviembre del pasado año acusado de narcotráfico.
UN CENTRO DE CONTROL INCENDIADO
Los episodios de violencia contra la Guardia Civil en la zona sur de Cádiz se amontonan en forma de atestados. Algunos de ellos reflejan situaciones de especial virulencia, como el del 12 de diciembre de 2015, en el que un grupo organizado de narcotraficantes incendió un centro de control -Sistema Interno de Vigilancia Exterior (SIVE)- del Instituto Armado en Conil.
Los atacantes actuaron de noche, a bordo de un todoterreno robado, y depositaron varios bidones de gasolina en las inmediaciones de este enclave a los que prendieron fuego. Las llamas destrozaron por completo las instalaciones, clave en la lucha contra el tráfico de drogas: desde ella se controlaban los radares y las cámaras de seguridad instalados en la franja del litoral gaditano comprendida entre Barbate y San Fernando, zona habitual en el desembarco de estupefacientes.
ATAQUES POR MAR Y DISPAROS
La tónica de violencia habitual en tierra es trasladable al mar. Los delincuentes trasladan la droga desde costas africanas hasta las de Cádiz a bordo de lanchas neumáticas ultrarrápidas. Y, sobre el mar, siguen el mismo procedimiento que sobre el asfalto: embestir a las embarcaciones del Instituto Armado para frenar las persecuciones. “Es una técnica habitual, difícil recordar cuántas veces ha sucedido algo así”, esgrime uno de los agentes.
Las escenas de las lanchas superpuestas, de agentes heridos y de inseguridad se repiten con más frecuencia de la que los guardias civiles desearían. Comprenden que las persecuciones forman parte de su trabajo, pero piden más medios para que los narcotraficantes, contra los que se lleva combatiendo desde hace décadas, no vuelvan a hacerse fuertes.
Pedradas, embestidas -por tierra y mar- y hasta disparos: "En la madrugada del 27 de octubre, dos todoterrenos cargados de fardos de droga hicieron un 'sándwich' a dos compañeros e intentaron sacarlos de la carretera. Enseguida se produjo el tiroteo", relata el mismo agente veterano.
- ¿Son las costas de Cádiz uno de los peores destinos que puede encontrar un guardia civil?
- Sin duda. Es una zona de alto riesgo con una problemática muy concreta. Aquí, los malos son muy fuertes, y si no se destinan más medios para atajarlos puede que llegue a ocurrir algo gordo.