ELECCIONES ANDALUCÍA
Adelante quiere y puede ser la llave del próximo Gobierno
- Parece que Teresa Rodríguez podrá ponerle condiciones a Susana Díaz para facilitar su investidura desde el primer día.
Si no hemos sido engañados, mañana se enfrentan dos grandes bloques rivales. Los partidos que representan a la izquierda, PSOE y Adelante Andalucía, y los que encarnan la derecha, PP y Ciudadanos. Y un outsider: Vox, que ha asomado la cabeza los últimos días más de lo que se esperaba. Los partidos tradicionales de siempre de ambos lados de la bancada y los conocidos hasta hace poco como emergentes o de la nueva política.
Según arrojan los sondeos, PSOE y Adelante tendrían fácil sumar para imponerse al bloque de PP y Cs. El problema es que Susana Díaz y Teresa Rodríguez han mostrado una antipatía recíproca durante los últimos años que parece complicado que se abracen sin complejos desde el primer día.
Miedo al abrazo del oso
Adelante, que ha realizado una campaña en la que han ido de más a menos y ganando confianza en cada kilómetro recorrido, tiene pánico a los abrazos. Sobre todo, si son osunos.
Antonio Maíllo, el segundo de la papeleta, aún tiene fresco como el apoyo de IU al PSOE hace dos legislaturas casi devora a su formación, que salió tan tocada cuando Díaz dio el pacto de Gobierno por finalizado, que no le quedó más remedio que echarse en brazos de Podemos.
En las pasadas elecciones IU sólo logró cinco escaños y la formación de izquierdas se quedó a un sólo paso del abismo que ya se había tragado al PA.
Afortunadamente para ellos, la fusión con Podemos les revigorizó. La sinergia funcionó y la dupla Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo comenzó a funcionar. Tanto que las previsiones le permiten vislumbrar conseguir juntos un resultado superior al conseguido por separado en 2015.
Si así fuera, como suele pasar en estos casos, la llave de la investidura de Díaz y su posterior Gobierno la tendría Rodríguez. Por eso, la coalición que forman Podemos y Izquierda Unida están ante su gran prueba de fuego. Su resultado no sólo influiría en el futuro de Andalucía, sino que afectaría a la tablero político nacional.
Lo único seguro es que Rodríguez no se lo pondrá fácil a Díaz. Y cuanta menos diferencia haya entre Adelante y PSOE, más obstáculos colocará a la actual presidenta. Díaz, que ya se lo huele, lleva desde el inicio de campaña protestando por una hipotética falta de apoyos a su proyecto, que dejaría la legislatura en vía muerta.
Exigencias de Adelante
Adelante ha prometido, y se entiende que exigirá en cualquier negociación, un gasto público muy por encima de lo previsto por Díaz y unos controles de la administración tan leoninos que parecen difícilmente asumibles por la candidata socialista.
No hay que descartar, además, que la primera medida que Rodríguez ponga sobre la mesa sea la marcha de Díaz para pactar con el PSOE. Un movimiento que dejaría la partida entre los partidos de la izquierda en tablas.
Otra cosa que no sea un acuerdo, aunque sea de mínimos, entre PSOE y Adelante o un distanciamiento que provoque la convocatoria de nuevas elecciones –como ocurrió en el primer intento de Pedro Sánchez de gobernar con ayuda de Pablo Iglesias– no se concibe. A menos que hayamos sido engañados.
EL FIN DE LA GORDA SERA COMO EL DE ALICIA
EL FIN DE LA GORDA SERA COMO EL DE ALICIA
Alicia no era pobre. Cada día me cruzo en la ciudad con mujeres como ella. Elegantes, bien vestidas y maquilladas como las presentadoras de la tele. Mujeres que ni de lejos aparentan los 65 años que les han caído encima. Mujeres que para ir a merendar a la cafetería de la esquina se ponen de punta en blanco y se pintan los labios. Muy importante el detalle de los labios. Mi madre, que sobrevivió a tantas necesidades, no perdonaba el lápiz de labios. Alicia era como esas mujeres distinguidas, que pasean por el Retiro con sus tacones y todo. Mujeres que no perdonan una visita semanal a la peluquería. Aunque llueva.
Nadie podría imaginar que esa señora tan elegante que se sube al autobús, con el bolso de marca, zapatos brillantes, abrigo de lana buena y vestido de estampa refinada no paga el alquiler de casa porque la crisis se ha llevado su vida por delante. Alicia no era de las personas que entran en la Iglesia de San Antón, donde el padre Ángel acoge a la miseria contemporánea las 24 horas. Y eso que vivía muy cerca de esa Iglesia, en un barrio bien de Madrid. Ella sólo hubiera cruzado el umbral de San Antón para dar limosna. O para rezar por los pobres. Alicia no computaba en los informes y estadísticas de personas en riesgo de exclusión social, o en situación de vulnerabilidad, eufemisnos que se usan ahora para definir lo que antiguamente era la pobreza monda y lironda.
No. Alicia no era de esas personas desgraciadas a las que echan de casa -si la PAH no lo impide- en barrios desconchados. Alicia tenía toda la pinta de llevar una buena vida. Aunque había recibido los correspondientes avisos judiciales, ni se le pasó por la cabeza pedir ayuda a los esforzados activistas anti desahucios.
Alicia era una por fuera y otra por dentro. Una fuera de casa y otra dentro de casa. Como tantas. Una mujer sola. Una de los más de cuatro millones y medio de españoles y españolas que, cuando cierran la puerta de casa, no tienen con quién hablar, ni con quién comer, ni con quién cenar. La soledad es una enfermedad de la época. Las personas que la padecen llaman a la radio de la mesilla algunas madrugadas. Para llorar de soledad en antena. Quién sabe si Alicia llamó a la radio alguna vez con su voz elegante para que nadie notara su interior vacío y la mordedura del desamparo en la boca del estómago. La vida de Alicia no era como parecía. Y cuando la realidad llamó a la puerta para dejarla en la calle -en la calle no, por Dios-, se desterró de sí misma. Ya no tuvo fuerza para volver a pintarse los labios delante del espejo.