Pesadilla en pensiones street
La Hucha no paga las pensiones, sólo constituye un recurso extra para pasar situaciones coyunturales de apuro
Una y otra vez se nos repite que el gasto y el montante medio de las nuevas pensiones se dispara año tras año. Pero sólo es una media verdad
Una y otra vez se nos repite que el gasto y el montante medio de las nuevas pensiones se dispara año tras año. Pero sólo es una media verdad
El siempre inquietante
género del terror tiene un nuevo subgénero repleto de infinitas
oportunidades para estremecernos y encogernos el corazón y el estómago. A
los clásicos fantasmas, aparecidos, zombis, vampiros, hombre lobo,
momias, demonios, endemoniados, exorcistas y psicokillers sumen ahora lo
último en sustos al por mayor: los pensionistas y sus pensiones, el
verdadero terror del Siglo XXI; usted no sabrá qué es sentir verdadero
miedo hasta que adquiera la condición de pensionista o se acerque el día
de adquirirla e intente –en vano- averiguar cuál será el monto de su
retiro.
Las múltiples sagas y franquicias del terror
pensionista, desde Reforma diabólica, La maldición de Toledo o La noche
de los pensionistas vivientes, ofrecen variaciones, a cada cual más
terrorífica, sobre un mismo guión básico: millones de pensionistas
aterrados, perseguidos por un gobierno armado con unas pensiones cada
vez más pequeñas y letales mientras asusta, de la manera más sangrienta
posible, a millones de cotizantes horripilados para que que corran a
contratarse un plan privado. Esta semana se ha estrenado con gran
aparato propagandístico la penúltima entrega de una de las franquicias
más aclamadas por los fans del subgénero de terror pensionista. Se trata
de La matanza de la Hucha de las pensiones 12. La trama es bien
conocida: un gobierno desquiciado y fuera de control entra a saco en la
Hucha de las pensiones y la deja en los huesos y cubierta de casquería y
miembros seccionados; por si a alguien no le ha quedado suficientemente
claro que, si no quieres acabar igual, más te vale ir corriendo al
banco, a refugiarte en algún fondo de pensiones donde más de la tercera
parte de su rentabilidad se irá en comisiones para la entidad.
El mismo gobierno que hace apenas un par de semanas
aprobaba nuevos incentivos para los planes de pensiones privados, que ya
nos cuestan al año cerca de 2000 millones en recaudación fiscal,
extraía más de 3500 millones de euros de la Hucha porque decía no tener
suficiente para pagar la extra de navidad a los pensionistas. Apenas
quedan 8000 millones de los cerca de setenta mil millones que llegó a
guardar. Zapatero no la tocó, no porque fuera un gran gestor sino
porque, cuando nadie compraba deuda española, ahí estaba la hucha de ese
sistema público de pensiones supuestamente insostenible para financiar
al cien por cien al Estado. En seis años de mandato el ejecutivo de
Rajoy ha devorado la Hucha con la ferocidad y la saña de Freddy Krueger o
el Jason de Viernes 13.
La Hucha no paga las
pensiones, sólo constituye un recurso extra para pasar situaciones
coyunturales de apuro. En nuestro sistema de reparto, las pensiones se
pagan mes a mes con las cotizaciones de los trabajadores y ahora no
alcanza porque si los salarios son bajos, las cotizaciones también. Para
meter aún más miedo, una y otra vez se nos repite que el gasto y el
montante medio de las nuevas pensiones se dispara año tras año. Pero
sólo es una media verdad. La cuantía media de las pensiones era de 1041
euros en 2013, hoy suma 1062. En 2016, por primera vez, la cuantía media
de las nuevas pensiones bajó, concretamente un 0.8%. Nuestra inversión
en pensiones sigue varios puntos por debajo de los países con que nos
gusta compararnos: Alemania, Francia o Italia.
Las
rebajas fiscales efectuadas o prometidas por Rajoy han beneficiado
primordialmente a las grandes sociedades, a las rentas de capital y a
los tramos más altos del IRPF; dos de cada tres euros de esas rebajas
han ido a parar ahí. La deducción fiscal media por planes de pensiones
aplicada por las rentas superiores a 60.000 euros multiplica por siete a
la deducción media aplicada por quienes ganan menos. Se llama
redistribuir a favor de aquellos que más tienen y así claro que resulta
completamente imposible sostener un sistema público de pensiones
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