Ruta por la otra guerra
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Unos 600 búnqueres se reparten en el tramo de costa comprendido entre Conil y San Roque
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Varias rutas ponen el acento sobre su puesta en valor patrimonial
Forman parte del paisaje. A veces, parecen cabinas salidas de algún Mad Max.
Otras, están tan mimetizadas que recuerdan estructuras neolíticas:
"Claro, esa era la intención. Hay algún búnquer al que incluso
recubrieron de roca", comenta Carlos Jordan, técnico de Turismo en el
Ayuntamiento de San Roque. Jordan lleva años tratando de revalorizar
cara al público el carácter patrimonial de los búnqueres que se
construyeron por toda la zona, de Conil a San Roque, durante el
transcurso de la II Guerra Mundial. En total, cerca de seiscientas
estructuras -de las que se conservan algo menos de la mitad- que
convierten al Campo de Gibraltar en la zona con mayor número de
construcciones de este tipo en el país, por encima de los Pirineos. A
espaldas de La Línea, Sierra Carbonera se convierte en el punto con más
concentración: unos cien búnqueres.
"Casi en los
preliminares de la guerra, la flota inglesa fue enviando armamento a
distintos puntos del Mediterráneo que estaban controlados por Inglaterra
(la entonces Palestina). Había gran movimiento de espías en torno a
Gibraltar y simpatizantes entre los partidarios del levantamiento.
Recién terminada la Guerra Civil, en el gobierno de Franco existía
bastante nerviosismo ante el temor de un ataque por parte de los
Aliados", explica Carlos Jordan. Seiscientos puntos, repartidos en
interior y en la costa, con diseños basados en búnqueres alemanes y
checos. Se levantaron a un ritmo muy acelerado, en su mayoría entre 1941
y 1944, y fueron construidos -hay que decir- por mano de obra esclava:
entre 10.000 y 15.000 prisioneros republicanos. Incluso en una fecha tan
tardía como 1946, se seguía colocando armamento. Más que nerviosismo,
parece que estemos hablando de histeria. "Aparentemente, eran
estructuras defensivas. Pero más bien eran lo contrario", indica. Muchos
de estos búnqueres son nidos de ametralladoras y en algunos se
instalaron cañones anticarro: los Vickers con los que estaba armado el
buque Jaime I. "En total, varias líneas de defensa y
seguridad -indica Jordan-; una primera línea de búnqueres y puestos
militares que recorren todo el Estrecho y punta Carneros; y una segunda
línea que va desde la costa al interior defendiendo los valles. Jimena
contaba con un aeródromo y Castellar, con un puesto de mando de
interior".
Se construyeron también reflectores aéreos y todas las
carreteras secundarias de la zona fueron militarizadas. Están Las
Pantallas, que aún se conservan, en la Carretera Militar del Estrecho:
dado que el tramo era visible desde Gibraltar, se levantaron unas
estructuras que, en la distancia, parecen reproducir la pared de la
montaña. De cerca, estas estalagmitas de hormigón podrían pasar por las
esculturas de un James Turrell atravesando una fase primitivista. El
importe total de la obra, reza el cártel que las presenta, fue de
220.000 pesetas.
Entre las ciudades, el caso de La
Línea quizá sea el más significativo: a la sombra misma del Peñón, se
desarrollaba un territorio propio de campo de guerra, que contemplaba
tres líneas de defensa: una primera, sembrada de minas y dientes de
dragón; una segunda, con búnqueres nido; y una tercera, con cañones
anticarro. Muchos de estos búnqueres fueron demolidos en el posterior
desarrollo urbano de la ciudad y durante la construcción del puerto y el
aeropuerto. Algunas estructuras, aunque selladas, aún se conservan
-entre ellos, abierto, el búnquer del cañón-.
"Es
verdad que Stalin quería tomar España como parte de las represalias por
la División Azul -apunta Carlos Jordan-. España era un país
completamente aislado, era esencial que contara con un Ejército que la
defendiera".
¿Búnqueres? Por supuesto, los hay en Gibratar, de gran
tamaño. Pero lo más impresionante en la Roca fueron los túneles: unos
43, prácticamente todos, excavados durante el conflicto por ingenieros
canadienses, y que contaban con instalaciones y capacidad para albergar a
miles de soldados (habían desarrollado espacio, por ejemplo, para una
zona de hospital, para una central eléctrica). "Lo curioso -continúa
Jordan- es que todo esto se realizó sin que los espías de ningún bando
se dieran cuenta. Aprovecharon para poner los escombros en la parte
oriental del Peñón, donde se estaban realizando otras excavaciones".
Gibraltar
sufrió ataques aéreos tanto del régimen de Vichy como de la Italia
fascista. En el bombardeo francés, al inicio de la guerra, dos bombas
cayeron en La Línea. Los "cerdos" (maiali), o
torpedos submarinos italianos, hundieron unos cuantos barcos
gibraltareños. Desde Villa Carmela en Puente Mayorga, en San Roque,
también se espiaba a los Aliados.
Carlos Jordan
recuerda que las autoridades británicas llegaron a ejecutar a dos
españoles que habían sido adiestrados por alemanes e italianos: José
Martín Muñoz (que hizo estallar un artefacto junto a un tanque de
gasolina) y Luis López Cordón-Cuenca, al que descubrieron con material
explosivo.
"El muro del Atlántico no era hermético
-desarrolla-. Antes del fracaso de la operación Félix alemana, el Eje
exigía a España participar activamente en la guerra, contando con un
incremento en el territorio del norte de África". A lo largo de toda la
contienda, las simpatías oficiales del régimen franquista irán
escorando. El discurso se hará más tibio. Se llegará a colaborar, por
ejemplo, con la tapadera estadounidense de la Cruz Roja para permitir el
paso de numerosos judíos. Hay registro de pagos británicos a tenientes
españoles.Todo encaminado, provechosamente, a sumergirnos años después
en el cálido abrazo de Ike.
Los búnqueres y restos
militares; edificios emblemáticos como el Hotel Reina Cristina de
Algeciras; la misma panorámica de la zona -que te da la medida
geoestratégica del lugar-; el Peñón, una roca horadada de túneles en
posesión de un país enemigo; una posguerra recién estrenada; el baile de
espías y prisioneros. Carlos Jordan recuerda que en el Reina Cristina
se hospedaron espías alemanes e italianos, "los primeros, coordinados
por Wilhelm Canaris, encargados de controlar todos los buques que
pasaban por el Estrecho. El director del hotel era austríaco, así que se
le supone partidario del Eje; pero la mujer era británica. Hacían
trabajos de agente doble: escondían a soldados británicos en la azotea.
Y, por supuesto, está la figura de Rosalinda Fox, que se ha recuperado
un poco ahora con el éxito de El tiempo entre costuras".
Extraña
que no hayamos hecho un género del lugar y de la época. Tal vez influye
que el trauma que teníamos era tan grande que cualquier otra cosa
(cualquier- otra-cosa) era secundaria; o que el concepto de antiguo e
histórico, en los rincones artríticos de la vieja Europa, es muy
relativo; o simplemente, en el caso de los búnqueres, la hiperabudancia.
Seiscientos pequeños túmulos son muchos pequeños túmulos. Y setenta
años, son muchos años. Durante décadas sin uso pero bajo tutela del
Ejército, desde hace años son patrimonio de la Consejería de Cultura (se
encuentran protegidas como Bien de interés cultural por la Ley 16/1985,
de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español). Durante la mayor
parte de su existencia, han servido de escondrijos para los niños, o
para fumar en paz. O de sombras útiles para el trapicheo secular. Los
hay en Sotogrande y en el San Roque Golf Club. En el Rinconcillo, en
Algeciras, uno de ellos fue habilitado por una comuna hippie. Forman
parte del paisaje.
Es gracias a varios nombres
-subraya Carlos Jordan- que hay que agradecer la puesta en valor de
estas estructuras. Entre ellos, Ángel Sáez y Alfonso Escuadra, del
Instituto de Estudios Campogibraltareños, y el comandante César Sánchez
Alcázar, que cuenta con varios títulos especializados, entre ellos, Encrucijada en el Estrecho 1939-1945.
Tras dos décadas de esfuerzos, parece que el papel de la zona en la II
Guerra Mundial comienza a materializarse como atractivo. En 2015, un par
de búnqueres fueron acondicionados en el parque del Centenario en
Algeciras. Desde este año, el Ayuntamiento de La Línea ofrece visitas
guiadas por el Fuerte de Santa Bárbara y los búnqueres de la II Guerra
Mundial. Dentro de las propias ruinas de Carteia, el búnquer que se
conserva se ha musealizado. Y desde San Roque, la localidad que cuenta
con un mayor número de estas estructuras (76), se han organizado
distintas rutas tanto en el término municipal como en el resto del
Estrecho, ya que "una idea completa sólo se puede obtener abarcando el
carácter comarcal del episodio", comenta Jordan.
Junto a ArqueoRoutes se ha puesto en marcha La Muralla del Estrecho: propuesta
concebida para realizar en 4x4 y que sube hasta Sierra Carbonera donde,
dependiendo de las condiciones, se puede visitar el búnquer de puesto
de mando y el túnel que atraviesa la sierra. Desde finales de este mes
de noviembre, además, la Delegación de Turismo de San Roque organiza las
Rutas Misteriosas, también de carácter comarcal, y de cuyo contenido
los convocados no saben nada hasta el día anterior a la salida.
"Pero,
sabiendo las localizaciones -explica Carlos Jordan-, es una ruta
panorámica, por ejemplo, que cualquiera puede realizar con estupendas
vistas al Estrecho", con la propia Tarifa como un buen punto de salida:
el castillo de Santa Catalina conserva estructuras bastante bien
conservadas, con los sillares numerados, y desde la orilla, se pueden
apreciar las formas de varios búnqueres en la isla de Tarifa: "De hecho,
todo el lugar cuenta todavía con elementos de artillería que incluyen
la II Segunda Guerra Mundial, pero que datan desde época napoleónica",
apunta Jordan.
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