Catalunya, urgente: reencuentro
A fuerza de sacrificar lo esencial a lo urgente,
se termina por olvidar la urgencia de lo esencial-
Edgar Morin
En las situaciones de gran complejidad el mayor peligro radica en que, entre la multitud de cosas, importantes unas, accesorias otras, y el bullicio de tantas voces, se pierde el hilo conductor, la razón misma que originó tal confusión. Y, sin apercibirnos apenas, la emoción y la pasión sustituyen a la razón, hasta el punto de que, de pronto, nos damos cuenta de que ya no sabemos por qué gritamos… Lo apremiante nos envuelve y sumerge en su inescapable remolino.
En estas circunstancias, es altamente recomendable concertar una pausa para la reflexión serena y abrir luego una “nueva página”habiendo aprendido bien las lecciones del pasado pero teniendo sólo en cuenta la “memoria del futuro”. Estos fueron, precisamente, los títulos de los dos ensayos que escribí al inicio de mi actuación como Director General de la UNESCO porque, desde el primer momento, pensé que la única solución era pensar sosegadamente sobre el complicadísimo panorama al que debía hacer frente, llevar a cabo un gran esfuerzo de conciliación y reconciliación sabiendo que lo único que está por-hacer es el por-venir. El pasado y el presente como lección. El devenir, como objetivo supremo, adaptando cada amanecer la “hoja de ruta”.
Nunca es demasiado pronto ni, sobre todo, nunca es demasiado tarde para el encuentro y el diálogo. Nunca es tiempo de desesperanza ni de proclamar que “ya no hay remedio”. Sólo los pusilánimes y los obcecados no procuran que los imposibles hoy sean feliz realidad mañana. Como ejemplo, recuerdo cuando en la “transición” no fueron pocos los que dijeron que el retorno del Presidente Josep Tarradellas a la Generalitat de Catalunya constituía una propuesta impensable… y, sin embargo, se pensó, se actuó y aquel “imposible” fue posible.
Hay quienes pretenden erigirse en protagonistas de la “emancipación catalana” actualmente. A este respecto les recomiendo que lean el debate que tuvo lugar en el Parlamento Español en el año 1932 entre D. Manuel Azaña y D. José Ortega y Gasset y, también, al genial D. Santiago Ramón y Cajal en su libro El mundo visto a los ochenta años(1934), en el capítulo Inquietudes actuales ante las amenazas, veladas o explícitas, del separatismo donde, por cierto, menciona a mi tío abuelo Marcelino Domingo, el primer Ministro de Educación (Instrucción Pública) de la II República.
En todos los procesos de paz es preciso hablar del futuro. Del pasado y el presente, retener las lecciones, como antes indicaba, conociendo exactamente lo que aconteció y lo que sucede hoy. Pero con la firme voluntad, pensando en las generaciones que llegan a un paso de la nuestra, de inventar un futuro distinto. Si considero que ha llegado el momento de una “nueva página” y de la “memoria del futuro” es porque en los últimos años he escrito en varias ocasiones sobre estos temas: la reforma de la Constitución, la democracia, el derecho a decidir… (http://federicomayor.blogspot.com.es/ ). Hay que tener presentes a todos los catalanes y respetar sus ideologías y creencias, sin imponer –hasta el arriesgado límite de la ofuscación y la defensa apasionada- unos criterios que, con gran capacidad movilizadora, no representan opciones adecuadas en el contexto internacional y, sobre todo, en el de emergencia, con puntos de no retorno a la vista, que representan los grandes desafíos globales a los que la humanidad debe hacer frente ineludiblemente.
Es éticamente inaceptable que, basados en los resultados de unas leyes electorales que hubieran debido mejorarse hace tiempo, se hable “en nombre del pueblo catalán” y de “mandatos” recibidos en unas consultas carentes de las mínimas garantías democráticas. Por cierto, “democracia” no significa “mayoría” (sobre todo mayoría enardecida) sino, según la Constitución de la UNESCO en su preámbulo, “justicia, libertad, igualdad y solidaridad”…
Para progresar hacia el entendimiento es imprescindible una información veraz. Saber muy bien lo que se pretende y adherirse a unas ideas o ideales por convicción y no por reacción, urgencia o miedo. Es necesario conocer la realidad en profundidad para poder transformarla en profundidad. De otro modo, los cambios son superficiales, epidérmicos. Para llegar a ser plenamente lo que somos, los seres humanos debemos poder ejercer sin cortapisas las facultades distintivas de la especie: pensar, imaginar, anticiparse, innovar, crear…y debemos actuar en virtud de las propias decisiones y nunca al dictado de nadie o nada. El dogmatismo, el fanatismo, el supremacismo… deben ser excluidos con “tolerancia cero”, porque conducen inevitablemente a la violencia y al enfrentamiento.
Pero no debemos olvidar que la Constitución se redactó –con la excelente colaboración de dos ilustres catalanes, Miquel Roca y Jordi Solé Tura- en momentos de inmensa inercia y apasionamiento, hasta el punto, no lo olvidemos, de pretender la reposición de un gobierno militar. El Título VIII, relativo a las Comunidades Autónomas que tan buenos resultados han dado en su conjunto, quedó como “sinfonía inacabada”, según el propio Presidente Suárez y después, a pesar de reiteradas sugerencias, no se ha querido –el gobierno, impasible- completar lo que entonces impidieron los nostálgicos de la dictadura.Sin embargo, a pesar de los pesares, la Constitución logró asegurar el pluralismo político, la aconfesionalidad del Estado, los derechos humanos…
Después, inmovilismo total. Sólo por exigencias del neoliberalismo imperante, se modificó de urgencia el texto constitucional. Pero no sólo no quiso adecuarse la estructura del Estado sino que el Estatuto de Catalunya fue incomprensiblemente modificado a posteriori… y se recogieron millones de firmas en contra… y se negó que Catalunya fuera una “Nación” cuando Navarra era “Reino”, Euskadi era el “País Vasco”, y en Asturias el himno oficial la denomina “Patria”…
Catalanes son todas las personas que habitan Catalunya y son en buena medida los muchos migrantes que Catalunya ha incorporado los que hoy nos reclaman mayor sensatez, una “nueva mirada” y una solución que devuelva la concordia propia de la inmensa riqueza de la diversidad de identidades de España. Lo que debe lograrse es un mayor autogobierno, sin privilegios “históricos” ni ventajas comparativas, con un buen sistema federal o confederal, con una estructura de nación pluriestatal, como los Estados Unidos de Norteamérica, o un Estado plurinacional, como en las otras múltiples federaciones (Alemania, Brasil, México…).
En lugar de favorecer una mayor autonomía, en los términos del párrafo anterior, se han prometido soberanías con autodeterminaciones y derechos que no se contemplan en la normativa internacional. “¡Als vells i als minyons no els prometis que no els dons!”, oí muchas veces decir en Tortosa.
Actualmente no hay ningún país –salvo Formosa, que no figura como tal en la lista de las Naciones Unidas- que se haya originado por secesión. El “derecho a la autodeterminación” está estrictamente regulado por la Convención de la Conferencia de Viena de julio de 1993, que establece en su artículo I/2 que este derecho se aplica de forma exclusiva a los países coloniales o sometidos a poder militar. No es procedente, por tanto, transmitir a catalanes fatigados por el hostigamiento y la incapacidad política del Estado, aspiraciones que –aparte de incoherentes con el momento en que vivimos, que requiere una reacción global frente a amenazas globales- conducirían, si se alcanzaran forzadamente, al aislamiento, necesidad de visado para desplazarse al exterior,… ¿qué ejército tendría?, ¿qué moneda?, ¿qué intercambios científicos y técnicos?, ¿qué fuerza productiva?, ¿qué fuentes de energía?, ¿cómo se gestionaría el caudal del Ebro?…
Nadie, ningún país, ninguna entidad internacional ha reconocido los resultados del 1-O. Diferencia, sí. Disidencia, sí (¡disiento de tantas cosas propias de este contexto, con espacios ya irreparables, en el que vivimos!) pero conscientes de que nos une más de lo que nos separa, y de que es preciso construir puentes y derribar muros. Es este “catalanismo” el que sedujo a muchos seguidores y no el de la separación diferencial y unilateral y de la auto-apreciación excesiva. Con todos los respetos, como ciudadano del mundo, responsable ante mis hijos, nietos y bisnietos no pienso en los 7 millones de catalanes ni en los 47 millones de españoles… sino en los casi 7000 millones de seres humanos, todos iguales en dignidad, muchos de los cuales viven en condiciones de precariedad extrema.
La Constitución no se defiende conservándola tan sólo sino adaptándola oportunamente. Para el bien de todos. De todos los catalanes y catalanas, y de todas las personas procedente de Andalucía, el País Vasco… de todos los españoles y españolas. El nacionalismo españolista tiene que tener en cuenta antes de que sea tarde para una solución serena que la vertebración territorial de España se hace con fórmulas políticas y no con imposiciones.
En los últimos meses, de manera especial, los desaciertos por ambos “lados” han sido notorios y variados. Destacan la arbitrariedad de los acontecimientos en el Parlamento Catalán de los días 6 y 7 de septiembre de 2017…. y la convocatoria de un referéndum carente de fiabilidad, sin fijación de porcentajes mínimos, etc… y los excesos de algunos manifestantes y en la reacción policial del 1 de octubre,…. así como el “desuso” del artículo 56 de la Constitución que se refiere a la misión de “arbitrar y moderar conflictos inter institucionales” que se encomienda a la Corona… y la perseverancia en sortear los circuitos legales, sabiendo que ser independentista y, desde luego, republicano, es completamente “legal” pero que en este caso como en cualquier otro es insoslayable atenerse a los preceptos jurídicos (y, si no, modificarlos)… la resistencia a promover las adecuadas reformas constitucionales, especialmente las del Título VIII, y a dialogar sobre algunas propuestas concretas, sin apriorismos ni condicionamientos… ¡y sin confundir Estado con Gobierno!…
Por todo ello, ha llegado el momento álgido que reclama sustituir el enfrentamiento y la pasión por la palabra. Es el momento de interlocutores que abran una nueva página con la mirada puesta en el futuro y, así, imposibles hoy serán posibles mañana.
Un mañana muy sombrío actualmente porque, a escala mundial, el neoliberalismo ha sustituido al multilateralismo democrático por grupos plutocráticos (G7, G8, G20) y, por hábiles consideraciones atenuantes que se pretendan oponer a los cambios radicales y urgentes que exigen los procesos sin retorno que debemos enfrentar a tiempo y conjuntamente, es inaplazable reconsiderar muchas cosas y actuar con conocimiento y templanza. Es inadmisible –esto sí que es relevante-que se incrementen los gastos en defensa militar y armas (más de 4000 millones de dólares al día) al tiempo que miles de personas mueren de hambre y de pobreza extrema. Desde Catalunya, desde España entera, deberíamos ser protagonistas del cambio hacia un nuevo concepto de seguridad.
La mayoría de la ciudadanía catalana, según los resultados de las últimas elecciones, desea vivir formando parte, con su preciosa e incuestionable diversidad, de una sociedad en su conjunto integrada en Europa y en el mundo que, en estos momentos y en los que se avecinan apresuradamente, necesitan reacciones globales apropiadas para el debido cumplimiento de la suprema responsabilidad intergeneracional.
Es preciso encaminarse hacia una salida pactada fruto de un diálogo abierto e incondicional.
Se van acumulando etapas –“Hoy es hoy con el peso de todo el tiempo ido”, escribió Pablo Neruda- y, de pronto, en medio de la confusión, nos damos cuenta de que la única posibilidad es replantearse totalmentela situación, con templanza, con imaginación. Reconsiderar y proyectar, poniendo los puntos sobre las íes. Debate y averiguación para diseñar estrategias que conduzcan a las transformaciones profundas que anhelamos y que permitan avanzar, todos distintos, todos de la mano, hacia el futuro que deseamos y que merecen las generaciones venideras.
Sin necesidad de recurrir a la prisión por riesgo de fuga ni de fugarse por riesgo de prisión, cada uno con su balanza íntima, con su propia trayectoria, para iniciar una nueva etapa. Restablecer la serenidad, la amistad y el respeto, la veracidad, para que prevalezca la razón.
Re-encuentro, rápido. Dialogar sinceramente. Escucharse. Que tengan “ambos lados” –en Catalunya y luego a escala estatal- la voluntad y la sabiduría necesarias para reorientar la compleja y aberrante situación presente, siguiendo puntualmente los versos de Miquel Martí i Pol: “No més amb risc i esperança podem reconduir la vida”.
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