sábado, 23 de junio de 2018

JODIENDO A LA MARRANA,...QUE SE VA DEJAR METER DE TODO,LE GUSTE O NO



Una de las cosas más divertidas de los actos de toma de posesión, con sus entrantes y sus salientes, con los invitados y asistentes, no es sólo lo que se dice, sino lo que se ve. El histórico dirigente socialista y hoy diputado raso por Cádiz Luis Pizarro lo definió con fortuna como “el informe caritas”, una especie de ciencia de andar por casa que analiza de forma visual el temple de las personas ante situaciones incómodas.
Este viernes se produjo uno de esos contextos, durante el debut de Alfonso Rodríguez Gómez de Celis como delegado del Gobierno central en Andalucía en un acto celebrado en la Torre Sur de la plaza de España de Sevilla. Y la primera conclusión es que los sanchistas andaluces, hasta ahora proscritos de las ceremonias oficiales, de las ejecutivas, de las listas y de los cargos autonómicos de dirección, lucían caras luminosas y, algunos, hasta guasonas. Habían sido invitados por el nuevo delegado y allí estaban disfrutando como niños pequeños en sus sillas como si asistieran a su primera proyección en un cine de verano. Las de los susanistas eran más de circunstancias, salvo la de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, que, como la reina emérita, estuvo muy profesional pese a vestir de negro riguroso. 
De todas las personas que podían ocupar ese cargo, Celis no figuraba en ninguna lista de las preferencias del Gobierno y del PSOE andaluces, ni siquiera en último lugar. Querían a alguien “neutral” y Celis puede ser muchas cosas –hasta vistió el uniforme de guardia civil cuando hizo la mili y se licenció en Ciencias del Trabajo por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid-, pero neutral no lo ha sido nunca, ni en sus primeras pandillas de chico en el Polígono San Pablo de Sevilla. Si alguien escribiese la historia del PSOE de Andalucía, al menos un tomo recogería la profunda desconfianza entre Díaz y Celis. 
Celis es la persona elegida por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, para representar a su Ejecutivo en un territorio en el que hasta hace muy poco tenía que pedir permiso como líder federal del PSOE para acudir a una agrupación de su partido.
Las heridas abiertas tras las primarias que ganó, a la intemperie, Sánchez a Susana Díaz hace poco más de un año, nunca han llegado a cerrarse, porque nunca se han curado. Le pusieron un par de tiritas y algo de betadine, pero la solución al primer escozor casi siempre ha sido la de rascar en la llaga. Así han ido tirando, hasta que desde hace 22 días Pedro Sánchez preside el Consejo de Ministras y Ministros.
La palabra más pronunciada en sus discursos tanto por Gómez de Celis como por Díaz fue lealtad, algo extraño entre miembros de un mismo equipo. Es como si Sergio Ramos le dijera a De Gea: “Oye, cuidado con las manitas, que quiero tu lealtad”. Y el portero de la selección le replicara al central: “Oye, no te despistes, que yo también la quiero”. Y eso es lo que pasó. Dijo Celis: “La lealtad debe viajar siempre con billete de ida y vuelta. Somos un único proyecto”. Y esto dijo Díaz: “Corren tiempos volátiles y la mejor manera es trabajar juntos y hacerlo con lealtad”.
Entre medias hubo un recadito del delegado del Gobierno en Andalucía a la presidenta andaluza a modo de recordatorio. “Toca alinear el mejor equipo y ese equipo ahora es el tándem que vamos a construir compartiendo metas, con Pedro en la Moncloa y Susana en San Telmo”. Ese consejo se lo dio Sánchez a Díaz en la campaña andaluza de 2015 generando un gran enfado de la presidenta.
En el poco tiempo que lleva el socialista al frente del Gobierno central, ya hay un incendio que los grupos de la oposición andaluza van a avivar soplando todos a una en la misma dirección. La decisión de Sánchez de renunciar a la reforma de la financiación autonómica hasta que convoque elecciones ha puesto a Díaz en una situación muy incómoda, porque toda su acción de gobierno estaba sustentada en la queja permanente a Mariano Rajoy de falta de recursos para justificar su pobre gestión y el deterioro de la sanidad pública.
Díaz logró un acuerdo de más del 90% del Parlamento, al que no se sumó Ciudadanos, su sostén parlamentario, en el que se exige una inyección adicional de 16.000 millones para todo el sistema, de los que 4.000 correspondería a Andalucía. La madre de esta propuesta es la actual ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a la que algunos de sus antiguos colegas en el Gobierno andaluz le reprochan “el papelón” que ha hecho, mientras otros reclaman tranquilidad y paciencia.
Con el tema de la financiación hay algo de teatro. Es cierto que Andalucía está mal financiada, como lo están otras como la Comunidad Valenciana, pero los dirigentes andaluces eran y son conscientes de que el acuerdo entre las comunidades del régimen común era y es muy difícil: por falta de dinero, por la cercanía de las elecciones autonómicas, por la diversidad de propuestas y, sobre todo, por Cataluña. Los socialistas andaluces son partidarios de que al menos se convoque el Consejo de Política Fiscal y Financiera y dejar correr el tiempo, convencidos de la dificultad de un acuerdo, pero al menos vender la ilusión de que tal vez sí es posible.
Lo que no quieren es que las discrepancias con el Gobierno de Sánchez se traduzcan, lean o interpreten en clave de peleas orgánicas, de un sector del PSOE contra otro sector del PSOE. “Eso no nos beneficia. A lo mejor en Andalucía se puede entender, pero fuera no. Tendremos que convivir y cohabitar. No hay voluntad de guerra, al día de hoy”, precisan fuentes socialistas.
Convivir y cohabitar es lo que también quieren los sanchistas andaluces, pero en otro sentido. Quieren tocar poder, “que se abra el abanico”, en palabras de un dirigente de este sector, donde ya piensan en las candidaturas electorales. “Hay dos listas que elaborar de cara al futuro: las del Parlamento andaluz y la del Congreso de los Diputados. Susana Díaz es consciente de que el poder genera poder y tendrá que optar entre tú a Boston y yo a California o integrar”. Para empezar el sanchismo ha puesto pie en la Torre Sur de la plaza de España de Sevilla, donde va a residir “el mosquito de Alfonso”, como llama Díaz a su compañero. A tan sólo 800 metros del palacio de San Telmo se aloja ya el nuevo delegado convertido, de momento, en mosquito tigre.

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