La derrota de la soberbia. Hay partido
La victoria de Sánchez no es contra una dirigente regional sino
contra todos los poderes que operaron fuera y dentro de su partido para
que el PSOE no fuese alternativa y gobernase Rajoy
Si hace dos días la imagen en la política española
era otra vez la Puerta del Sol ocupada por personas convocadas por
Unidos Podemos bajo el llamamiento a apoyar su moción de censura, hoy y
en los próximos días la imagen es la victoria de Pedro Sánchez dentro de
su partido. Si hubiese perdido, la imagen que prevalecería es aquella
de la Puerta del Sol, lo que demostraría que el único lugar hacia donde
mirar muchos ciudadanos para un cambio político sería Unidos Podemos.
El PSOE demostró que no estaba muerto, que estaba de parranda. Estaba
vivo y, sobre todo, que no estaba completamente atado. Solo la ceguera
más ciega o el sectarismo más enconado puede negar que cualquier cambio
político en España tiene que contar de forma cualitativa con el PSOE,
aunque también este tiene que aceptar la evidencia, que también solo
puede negar ceguera o sectarismo, que tiene que reconocer la evidencia
de UP.
La imagen de Susana Díaz saliendo de incógnito de una
sede ocupada y rodeada por militantes eufóricos resume la derrota de
muchas cosas y el triunfo de alguna otra. Antes de escabullirse entre
abucheos, Díaz demostró su falta de categoría en la comparecencia ante
los medios. Nadie le puede pedir a un candidato que perdió una elección
que sonría reconociendo la derrota, pero alguien que preside y aspiraba a
dirigir un partido tiene la obligación, no sólo la cortesía, de
reconocer y felicitar al candidato ganador. Díaz no solo no pronunció su
nombre ni lo felicitó, sino que únicamente felicitó a sus seguidores en
Andalucía y puso condiciones a la dirección del partido en el futuro.
Si alguien de buena fe creyó que esa persona podía ser aceptada por
muchos sectores de población y dirigir un partido tan importante e
incluso gobernar España debe de estarse bien callado en mucho tiempo. La
figura política de Díaz hizo evidente también algo que se solapa
siempre, España es un estado mucho más diverso y plurinacional de lo que
se dice y una figura política así, que hace bandera de lo étnico
particular, crea inquietud en muchas personas que no son de su lugar.
Pero la victoria de Sánchez no es contra una dirigente regional, sino
contra todos los poderes que operaron fuera y dentro de su partido para
que el PSOE no fuese alternativa y gobernase Rajoy. Los poderes
económicos, mediáticos y la vieja guardia, González, Guerra, Rubalcaba, a
la que se sumó Zapatero, y presidentes autonómicos, Vara, Puig, Lambán.
Y de modo conspicuo El País, que pretendió nuevamente decidir el rumbo de ese partido.
Y, sobre todo, es una victoria de la militancia, es un golpe de estado
interno al revés. El asalto a la secretaría de Sánchez que pasó por
aquel episodio de aquella persona, Verónica Pérez, enviada por Díaz
desde Sevilla a la calle Ferraz de Madrid y allí gritó que era "la
máxima autoridad del partido" y condujo a una gestora totalmente
ilegítima y sectaria, como demostró con su trato descortés su presidente
cuando recibió a los tres candidatos para un debate en la sede.
La victoria de Sánchez es el fruto del cabreo y la afrenta a la
militancia y al sentido común. Una recuperación del partido por parte de
la militancia frente al aparato y frente a los poderes. No es un
tópico, es la verdad.
Lo que haga Sánchez con esa energía desencadenada ya es otra cosa. Se verá.
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