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la situación del psoe
Susana Díaz entra en descomposicion
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La presidenta se aparta de la política nacional a la vez que
analiza las causas de su derrota y medita cambios tanto en su Gobierno
como en el partido.
Fase
de descompresión. Un principio de prudencia aconseja que, tras una
derrota, lo mejor es acometer el paso atrás, una retirada de los
escenarios del fracaso para pensar, analizar y, después, actuar. Manuel
Chaves, que fue el presidente de mayor recorrido en San Telmo, recurría a
ello, eran otros tiempos aunque fuesen tan cercanos y los dirigentes
sabían apartarse de los focos tras sufrir la adversidad. Las redes sólo
estaban, entonces, en el mar. Dieta blanda y agenda ligera, se suele
prescribir en estos casos. Y, sobre todo, nada de decisiones en
caliente.
Porque tras el fiasco del domingo pasado en
las primarias socialistas, Susana Díaz actuó de modo precipitado,atolondrado,descerebrado,como es habitual en alguien ignorante: ajustó
el calendario para presentarse a la reelección como secretaria general a
finales de julio y se negó a pactar con los pedristas las listas de
delegados andaluces que irán al 39ª Congreso federal del PSOE. Tres días
después, rectificó, dio libertad a las asambleas locales para que
pactasen, si fuese posible, en los congresillos. Pasados éstos, la
presidenta de la Junta tendrá que atender lo importante, más que lo
urgente, que es su Gobierno.
No hay una decisión tomada, pero todo indica que la
presidenta acometerá una reformas en su gabinete, donde la mayor parte
de los consejeros carece de perfil político o, si lo tienen, han quedado
en zona de sombra por la propia personalidad de Susana Díaz y el eco de
su proyecto nacional. Esto tendrá que cambiar a partir de ahora y, si
no fuese porque los presidentes evitan las crisis cuando éstas se
anuncian en los medios o se lo solicita la oposición, Susana Díaz
renovaría su Ejecutivo en el mes de junio y se presentaría ante el
Parlamento con una agenda nueva, donde la prioridad ya no sería su
carrera nacional, como lo ha sido hasta ahora, sino la gestión de la
Junta y el rumbo de Andalucía en los próximos diez años.
Susana Díaz ha reflexionado, es consciente de la enorme
derrota que ha sufrido de parte de la militancia y asume que debe dar un
paso atrás de la vida nacional, al menos en lo que se refiere a su
organización. También contempla los cambios.
En el
Gobierno andaluz sólo han destacado el vicepresidente, Manuel Jiménez
Barrios, y la consejera de Hacienda, María Jesús Montero, que es
veterana en el oficio de dirigir departamentos de la Junta. Aquellos que
venían de Ejecutivos anteriores, como es el caso de José Sánchez
Maldonado, en Empleo, siguen como por inercia, si bien es cierto que hay
consejerías que se quedaron paralizadas a causa de las acciones
judiciales. La suya es una de ellas. La Consejería de Salud ha salido
tocada de la crisis de la fusión de los hospitales y hay consejeros y
consejeras que no pasarían un test de popularidad en sus propias
provincias. Susana Díaz lo sabe, y es consciente de ello, aunque habría
que dirimir cuál es su responsabilidad, a causa del hiperliderazgo que
ha ejercido, y cuál es la de los otros.
Pero pongamos
un caso ejemplificador. Durante todos estos meses, el secretario de
Organización en el PSOE andaluz, Juan Cornejo, ha ejercido ese papel en
el partido que ningún consejero ha representado en el Ejecutivo:
comunicación permanente, ruedas de prensa semanales, toma de decisiones y
actuación. Ha dado la cara, mientras el portavoz del Ejecutivo, Miguel
Ángel Vázquez, sale a pecho descubierto después de cada Consejo de
Gobierno, acompañado por consejeros a los que se les nota las pocas
ganas de comparecer. Lo mismo de Cornejo cabe decir de Mario Jiménez,
Susana Díaz lo envió a la gestora y ha cumplido con la labor histórica
que acometen todos los representantes en estas direcciones
provisionales: perder las primarias. Sí, causa risa, pero es la mayor
evidencia del buen trabajo de la gestora. Mario Jiménez, que es portavoz
en la Cámara andaluza, está llamado a otras misiones.
Susana
Díaz también deberá acometer ajustes en su partido. Exceptuando los
casos anteriores, ni Antonio Pradas, anterior secretario de Política
Federal en la Ejecutiva, ni Miguel Ángel Heredia, aún secretario general
del grupo parlamentario socialista en el Congreso, han brillado, todo
lo contrario, han sido fuentes de problemas, en especial el malagueño.
Uno de los errores más sorprendentes que ha revelado la derrota de la
presidenta de la Junta en estas primarias es su falta de conocimiento
sobre su partido a nivel nacional. Susana Díaz se presentó como una
ganadora nata, pero ha perdido en todas las comunidades menos en
Andalucía y 10 puntos por atrás de Pedro Sánchez: la información que
manejaron era errónea. Tan falsa que hasta el mismo domingo creían que
ganaban. En el entorno de la presidenta se explica que ella sabía de su
comunidad, pero en el resto confió en la información de los barones,
todos ellos implicados en su campaña.
La presidenta ya
ha realizado un primer análisis sobre las razones de su derrota, y no
son nada descaminadas....o si.Ninguna autocritica,los demas tiene la culpa,ella es un genio que jamas se equivoca.Pobre.
Frente al relato de Pedro Sánchez, centrado en esto,
Susana Díaz no atacó el problema de frente. Y, además, en plena campaña,
al PP le estalló el caso Lezo, con sus implicaciones no sólo políticas,
sino judiciales. El PP, el partido de Rajoy, no mereció la pena ser
salvado. Eso es lo que pensaba una buena parte de la militancia, esa
rebeldía ante una decisión que no se explicó y en la que había brillado
Susana Díaz fue letal. Ella y González fueron los señalados.
La
idea fuerza de Susana Díaz, la de las ganas de vencer, fue repetitiva y
no era más que un ejercicio de voluntariedad. Una parte de la
militancia, no obstante, un 40%, entendió que su propuesta era heredera
del PSOE de los gobiernos de España, pero no era mayoritaria. A la
presidenta, y a su equipo, se le escapó la mala imagen que había
proyectado en Cataluña, una sombra que el diputado malagueño Miguel
Ángel Heredia ayudó a empeorar y que el primer secretario, Miquel Iceta,
remató con una traición. Díaz, además, fue fascista y anticatalana,los odia y se noto. .
Además de
estos dos factores de peso, Susana Díaz sumó un perfil de tópico andaluz
en su puesta en escena, en sus expresiones, abusó de algunos lugares
comunes, elevó el tono en los mítines, hizo que su imagen provocase
cierto rechazo fuera de la comunidad. Fue la "chacha"andaluza de las peliculas de Franco que representan a las mujeres del sur como brutas y putas.Y si objetivamente esto es
relativo, o se puede discutir, las redes sociales, muy bien manejadas
por los partidarios de Sánchez, le hicieron el traje. Sin misericordia.
Una buena parte de la crítica obedecía a un prejuicio; otra, la cultivó.
Y, por último, Pedro Sánchez logró unir en su favor a todos aquellos
que eran críticos con sus secretarios provinciales y regionales, de modo
que Susana Díaz también se llevó las tortas que no le correspondía. Los
apoyos de González, Rubalcaba, Zapatero y Bono no hicieron más que
reforzar ese relato pedrista, causa de su holgada victoria.
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