AL contrario que de costumbre, en esta ocasión no ganan todos. Sino que todos pierden, menos Pablo Iglesias. Rajoy pierde un tercio de sus diputados y deja tambaleándose a un PP nada acostumbrado al pacto ni al diálogo. El PP de Aznar pasó de gritar "¡Pujol enano habla castellano!" a hablar catalán en la intimidad. Ahora Rajoy se enfrenta a una paradoja; tiene el partido más votado, pero no puede garantizar la estabilidad y seguridad que prometió al país. Pierde Pedro Sánchez, a cuyo PSOE le ha dado un bocado mortal Podemos, que ocupa casi la mitad del campo de la izquierda. Pierde con Sánchez su patrocinadora, Susana Díaz, que lo prefirió en las primarias al rival más fuerte y ayer en Andalucía, gran feudo socialista, casi empató con los populares. Pierde Albert Rivera, que ha quedado por debajo de sus expectativas, víctima de su inocencia al anunciar que se abstendría a favor del más votado, por la endeblez de muchos de sus candidatos y porque España es un país bipolar que desconfía de las formaciones de centro. Y gana claramente Pablo Iglesias, que ha conseguido la quinta parte de los diputados del Congreso partiendo de cero. Obtiene 27 de sus escaños con tres coaliciones multicolores en Cataluña, Valencia y Galicia. Pero será un actor principal en esta legislatura. El único ganador frente a tres perdedores.
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