Camino de la irrelevancia
En las pasadas elecciones generales, la coalición de Podemos ha estado a punto de superar al PSOE en voto y convertirse en el primer partido de la oposición y en el primer partido de la izquierda española. Pero al final se quedó a algo menos de dos puntos de los socialistas.
La presidenta de la Junta, Susana Díaz, necesitaba que se produjera ese ‘sorpasso’ para que su discurso de “ganamos claramente a Podemos porque el PSOE en Andalucía tiene una línea clara” (nacionalismo español homologado por Bono y ZP) cobrara más fuerza aún en su intento por llevarse por delante a su secretario general, Pedro Sánchez.
Pero le daba igual: si el ‘plan a’, que consistía en la decapitación de Pedro Sánchez la misma noche electoral, no era posible, pues se pasaba al ‘plan b’, que básicamente es llevárselo por delante en marzo o abril en un congreso que hurtará a militantes y simpatizantes la posibilidad de elegir directamente a su secretario general.
Para Susana Díaz, los 90 escaños logrados por Pedro Sánchez son un resultado malo de solemnidad que abre la puerta al proceso puesto en marcha en el Comité Federal. Apuntalado internamente con una gran trola: el supuesto deseo del secretario general de alcanzar un acuerdo de gobierno de Podemos –incluido el referéndum proindependencia-. ¿Pero alguien se ha creído de verdad que Pedro Sánchez iba a tomar ese camino? (esa misma pregunta se la hacía días atrás Javier Solana).
Sobre los resultados en Andalucía, sobre la campaña electoral a ralentí y a la contra del PSOE-A, sobre un Gobierno andaluz sin apenas recorrido y paralizado por la conspiración interminable, ni pío. Autocrítica contra los demás, claro.
Y mucho menos sobre el oscuro panorama que se vislumbra en el horizonte electoral de cara a los próximos comicios autonómicos, con el PP y Ciudadanos a las puertas de San Telmo y con el PSOE sin aliados en la izquierda andaluza. No es extraño que Susana Díaz se quiera quitar de en medio cuanto antes.
El problema es que va a abortar una de las últimas oportunidades que tenía el PSOE para renovarse en profundidad, acabar con el clientelismo y empezar a recuperar terreno en las ciudades. Y evitar así la irrelevancia en la que, por ejemplo, cayó el PASOK griego.
Que Susana Díaz y sus barones más afines estén en ello con una pasión sectaria, se veía venir. Pero que dirigentes como Guillermo Fernández Vara y Javier Fernández estén riéndoles la gracia, es una tragedia socialista en toda regla.