Puticlubs
Los tíos pueden ir de putas, pero que nadie llame puta a sus novias. Las putas son siempre las otras
Hace muchos años, a los 20, publiqué en este diario un reportaje sobre novatadas salvajes en la Brigada Paracaidista de Alcalá de Henares. El artículo salió un domingo. Esa noche, paseaba con mi novio de entonces cuando nos abordó un coche del que bajaron tres niñatos con el inconfundible rapado de los paracas,me preguntaron si yo había escrito eso y, al decirles que sí, me soltaron: “Pues esta noche te vamos a tocar las tetas en el Angelo”. El Angelo, así, en presunto italiano, era el prostíbulo más conocido de la ciudad. Me quedé paralizada, pero mi ex se sintió lo bastante ofendido como para lanzarles la muleta en la que apoyaba una pierna rota, con el resultado de que los energúmenos volvieron a rompérsela antes de salir pitando. Las cosas me quedaron meridianas. Los tíos pueden ir de putas, pero que nadie llame puta a sus novias. Las putas son siempre las otras. Más que mujeres, cuerpos, objetos, cosas.
La historia ha cambiado poco. El martes, Juanma Moreno, candidato del PP a la Junta de Andalucía, tuvo el pésimo gusto de iniciar su campaña ante el club Don Angelo de Sevilla. “Se han gastado en puticlubs 32.000 euros”, clamó, refiréndose al penúltimo caso de corrupción, esta vez de cargos socialistas. Más allá de la querencia por el nombre de Angelo —hace nada los taxis de Alicante llevaban publicidad del D’Angelo, otro burdel de supuesto lujo— y de la transversalidad de los políticos puteros —los gastos en lupanares aparecen en sumarios de todas las siglas— quedó claro que, para Moreno, las putas son las otras, quiero pensar que ni cuerpos, ni objetos, ni cosas. Ni una palabra sobre ellas. Solo sobre el adversario. Alguien debería decirle que lo de puticlub a estas alturas suena más a Pajares y Esteso que a líder de la derecha moderna. Eso, sin entrar en el debate de abolicionismo o regulación, que es otro jardincito y ya me he metido en bastantes para ser jueves.
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