Perfil de la ex directora del Patronato
Una 'sultana' en la Alhambra protegida por el socialismo
Los once años de gestión de Mar Villafranca acumulan luces, sombras y críticas.
María del Mar Villafranca, detrás de uno de los leones de la Alhambra. MIGUEL RODRÍGUEZ
Fue una tarde de primavera y abril relucía en el Patio de la Alberca, atril con la Constitución abierta y la crême de la crême de la Granada cultural y social, asistiendo en primera fila a una estridente toma de posesión como directora del Patronato de la Alhambra: «Prometo por mi conciencia y honor...».
Es muy posible que este martes, cuando a Mar Villafranca se le quebraba la voz en la lectura de su renuncia al cargo, su mente estaba regresando a aquella lejana jornada de 2004, en un viaje de vuelta a los años que pasado el tiempo ella misma juzgará como los mejores de su vida.
La dirección del Patronato de la Alhambra: igual que Churchill el día que fue nombrado Primer Ministro de Su Majestad, posiblemente Villafranca pensó aquella tarde primaveral, fundacional, inaugural... que toda su vida anterior no había sido sino una preparación, un camino abocado a desembocar en el despacho del Palacio de Carlos V desde el que se controla y gestiona el monumento más visitado de España.
Han sido once años al frente y once años desgastan. En la colina desde donde la silueta del monumento nazarí domina la ciudad, la dirección del Patronato es un cargo tan envidiable como envidiado. Se necesita glamour y de hecho de su antecesor, Mateo Revilla, profesor universitario, se decía que era un florentino. En donde todos entenderían un elogio, aquí el tono portaba una carga despectiva irremediable.
Revilla, como Villafranca, fueron nombrados por gobiernos socialistas de la Junta. Algo difícil de soportar por una derecha local que siempre ha mirado a la Alhambra con un ánimo digno de sicoanálisis: la intención de 'penetrar' la colina con ascensores de acceso, 'acariciarla' con escaleras mecánicas o funiculares sería tarea de estudio freudiano, pero ha estado siempre en los proyectos de explotación del monumento por parte de esa franja política que se desespera ante una gestión que en el mejor de los casos tachan de «sevillana», cuando no envían sombras sobre la financiación encubierta del socialismo andaluz.
No llevaba ni un año al frente del Patronato cuando estalló el caso de las entradas al monumento. Diez años de investigación judicial, tras los cuales la Fiscalía aprecia delitos de apropiación indebida, falsedad documental y daños al patrimonio histórico presuntamente cometidos por los 45 acusados en el caso Alhambra, en el que se investiga la venta de entradas al monumento entre 2002 y 2005, por los que se podrían enfrentar a penas de hasta nueve años. A Villafranca le endosan un caso que se gestó en tiempos anteriores a su llegada.
A Villafranca no la han tachado de florentina, pero entre el personal de la Alhambra -no así, sus directos colaboradores- sí le han detectado cierta altivez y escasa cercanía con los trabajadores: crecieron las subcontratas en jardinería, seguridad, limpieza o asesoría y cayó la plantilla de la administración del monumento. Se abrieron más espacios al público con menos trabajadores.
Mientras, el Patronato extendía al casco histórico la apertura de otros edificios relacionados con el pasado nazarí de la ciudad en un acierto de gestión y colaboración con el Ayuntamiento que siempre quedó ahí. Imposible ir más allá, porque el Patronato se cerró en banda ante cualquier iniciativa municipal, la última de las cuales -la cofinanciación del mantenimiento del barrio del Albaicín con cargo a parte de los ingresos por venta de entradas en la Alhambra- mereció siempre una respuesta despectiva de Villafranca.
Demasiado tiempo: los nervios habían hecho presa de Villafranca, que en un tuit llamó «tontos del culo» a los votantes del PP. A continuación, afloró en prensa el caso por el que finalmente ha sido objeto de querella y el pasado viernes un hijo de Audrey Herpbun la denunció porque la directora del Patronato difundió las fotos de un 'simulacro' de boda celebrado en el Palacio de Carlos V, donde está prohibido.
La estrella de la 'Sultana de la Alhambra', como la bautizó el PP en su decidida batalla por apartarla de la gestión del monumento, estaba ya en la cuenta atrás de una salida que llegó al 'cero' el lunes, cuando la Fiscalía entregó al juez una querella por prevaricación y malversación.
El juicio de la historia y el juicio político conjuntaban en una fecha por una gestión personalista de la que se hablará -para bien y para mal- mucho tiempo después de la renuncia de Villafranca.
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