El hotel Fairplay Golf&Spa de Benalup-Casas
Viejas, en Cádiz, ha dado el cerrojazo después de varios años de
dificultades financieras en los que su propietario, el empresario
Bernard Devos, no ha conseguido superar su situación de quiebra. La
administración concursal que ha pilotado la empresa desde 2012 ha
confirmado que el hotel no reabrirá esta temporada tras el parón
invernal y ha empezado a tramitar la liquidación de la plantilla.
Los 61 trabajadores del Fairplay acumulan medio año de impagos y aún
desconocen cuántos meses tardarán en poder acceder a la prestación por
desempleo. Es el final, casi irremediable, de uno de los complejos
turísticos más exclusivos de Andalucía.
El Fairplay
se convirtió en una rareza extraordinaria desde que abrió sus puertas,
en 2006. Sobre una loma que se asoma al Parque Natural de Los
Alcornocales y rodeado de un campo de golf de 53 hectáreas, Devos
levantó un complejo con 100 habitaciones grandes como apartamentos,
varias decenas de casas de lujo, tres restaurantes temáticos y un spa de
2.000 metros cuadrados que era entonces el más grande de la región. El
hotel tenía 150 empleados en plantilla. De las paredes del aparcamiento subterráneo colgaban obras de arte.
Los días del lujo
En aquel tiempo, el negocio cosechaba premios internacionales de todo
tipo, como las seis estrellas concedidas por la fundación Seven stars and stripes.
En la revista VIP International Travellers del último trimestre de 2008
(cinco libras el ejemplar), el reportaje del hotel Fairplay compartía
páginas con anuncios de Rolls Royce y de los yates Drettmann. "El paraíso bajo el cielo de Andalucía",
era el titular. Y este paraíso de lujo no estaba en Marbella sino en
Benalup-Casas Viejas, un pueblo situado en la comarca gaditana de La
Janda, con menos de 7.000 habitantes empadronados y a media hora de la
playa más cercana.
Ahora los días dorados son un
recuerdo lejano en el Fairplay y no es difícil encontrar el rastro del
desastre, que se ha producido en paralelo al del resto del país. Basta
con acudir a la figura del empresario Bernard Devos (Bélgica, 1946), que
invirtió 50 millones de euros en este
proyecto y que asegura que lo ha perdido "absolutamente todo",
incluyendo su vivienda particular, aunque ahora se está construyendo
otra, también en Benalup, que asegura que está pagando su esposa con
dinero de su familia.
Devos fue un empresario de éxito. Un tipo acaudalado, con un gran
patrimonio personal y que además estaba dispuesto a arriesgar. En Cádiz
le conocían como "el belga loco". A
principios de la última década, el entonces alcalde de Benalup e
histórico dirigente socialista Francisco González Cabaña (hoy diputado
en el Congreso) le convenció para que invirtiera en su pueblo. Él
construyó "la locura" del Fairplay y lo convirtió en uno de los mejores
hoteles de Cádiz mientras proyectaba complejos turísticos similares en
Trebujena, cuyo alcalde era entonces Manuel Cárdenas (IU), hoy delegado
de Fomento de la Junta en Cádiz, y en Los Barrios. "No importaba de qué
partido, me llamaban políticos todas las semanas, dos, tres o cuatro
veces", recuerda el empresario. Hoy no le llama nadie. "Estoy solo
contra todos. Ésa es la vida".
"Ésta es la sociedad de la politización"
Devos está enfermo de gravedad, y dice que la situación del hotel ha
tenido mucho que ver ello. "Estoy fuera de cobertura", esboza al
teléfono. Admite su fracaso, y carga contra los sindicatos, contra las administraciones públicas y contra su propia ambición
a la hora de explicar el hundimiento del Fairplay. Denuncia trabas
administrativas para hacer obras importantes para el hotel; una
burocracia ineficaz; la denegación de subvenciones por conflictos
políticos entre el Gobierno central y el andaluz; multas, a su juicio,
injustificadas; la corrupción y el tráfico de influencias. "Esta es la
sociedad de la politización, no se puede hacer nada sin la política.
Está en el fútbol, en la sanidad, en la prensa, en el urbanismo, en las
cajas... Es insoportable, es la gran mentira en la que vivimos",
critica.
Devos carga contra los sindicatos. Lamenta
haber tenido que pagar a "trabajadores que no trabajaban". Recuerda
episodios, uno tras otro, como cuando fue condenado a indemnizar con
8.000 euros a una empleada despedida después de haber sido sorprendida
robando objetos de las habitaciones, o cuando un camarero se negaba a
recoger los ceniceros de las mesas porque decía que aquel era el trabajo
de las limpiadoras. También argumenta que, cuando las cosas empezaron a
ir mal, los sindicatos seguían pidiendo mejoras salariales y que ahora
ocurre exactamente lo contrario: "Teníamos en España obreros cobrando
3.000 euros. Ahora hay sindicatos y trabajadores dispuestos a cualquier cosa, a que un trabajador cobre 400 o 500 euros, algo que es un escándalo. Hemos pasado de un extremo al otro".
El despilfarro
Pero el declive del Fairplay se explica, sobre todo, por una mala
gestión: costes altísimos frente a bajos ingresos. Y todo, empeorado por
una crisis "que nadie se esperaba". "La crisis me ha matado, una gran
cadena puede aguantar, una empresa como la mía, no puede soportar esto".
"Yo he cometido muchos errores y lo admito. Dije una vez que yo también participé en la histeria colectiva y así fue... El lujo del hotel... Y el no pensar que podríamos tener una crisis tan enorme".
En el análisis coincide Gervasio Bravo, presidente del comité de
empresa, que vio construirse el "hotelazo", cargó muebles hasta las
habitaciones y vio desfilar por la recepción a clientes de "muy alto
standing" hasta que el proyecto se desinfló. Bravo recuerda que allí
todo estaba "sobredimensionado": "Desde los altos salarios de muchos
directivos, salarios de vivir muy bien, hasta los gastos enormes que
había". "El hotel era todo incluido y había clientes que bebían cuatro o cinco botellas del mejor whisky, del mejor vino... Arrasaban con el minibar e inmediatamente estaba todo repuesto. Así era esto".
Gervasio Bravo y algunos compañeros aún acuden al hotel a realizar
labores de mantenimiento ("¿cómo voy a dejar que se pudra todo?").
Esperan que algún comprador de última hora compre las instalaciones. Es
la última esperanza, tal y como atestigua el propio Bernard Devos. El
empresario asegura que un grupo británico está a punto de presentar una oferta formal para comprar el Fairplay
por una cantidad de alrededor de 10 millones de euros pero teme que los
bancos (un consorcio formado por BBVA, Pastor, La Caixa y la CAM), a
los que se adeuda 18 millones más intereses, acepten una quita que les
llevaría a ingresar tan solo alrededor de seis millones. "El futuro del
hotel está ahora en manos de los bancos. Si la banca dice no a esta
oferta, lo va a perder todo, porque este hotel no se podrá vender de
aquí a tres años y entonces será una ruina. Pero me temo que la banca
dirá no. La banca es tan mala gente, que prefiere decir que no que
salvar el 40%. Los que mandan en los bancos están todos guiados por la
política y ninguno tiene cojones de tomar una decisión dura pero de
futuro. Es curioso, cuando los bancos son justamente el inicio de la
crisis y cuando ellos han recibido ayuda del Estado cuando estaban en
dificultades".
El efecto directo del cierre del Fairplay es el despido de sus últimos 60 trabajadores. La plantilla denuncia que acumula seis meses de impagos
y que los trabajadores ni siquiera pueden solicitar el paro, a la
espera de que la empresa liquide por fin sus contratos, un asunto que
puede prolongarse tres o cuatro meses más. El presidente del comité
relata que hay familias en procesos de desahucio, y que la mayoría vive
gracias a la ayuda de sus allegados en el pueblo con la tasa de paro más
alta de la provincia: 40%.